La Pasión de Cristo para Ti:
Un Retiro Virtual
¿Cuáles de las siguientes oraciones son verdaderas?
- Me he estado preguntando si Dios real y verdaderamente se preocupa por mí.
- Estoy preocupado por algo pero parece que Dios no está tan preocupado como yo por ese tema.
- Siento que Dios me ha fallado.
- Dios no responde mis oraciones.
- He perdido a alguien y estoy sufriendo la pérdida.
- He estado buscando una respuesta de Dios sobre una decisión importante pero él ha estado en silencio o no ha sido claro.
- No soy digno del amor de Dios.
- Soy pecador. No merezco la ayuda de Dios.
Este retiro online puede darte sanación para estos sufrimientos. Tómate tiempo para meditar y reflexionar cada parte. Utiliza las fotos para ayudarte a imaginar cómo fue para Cristo la experiencia de los sufrimientos. A medida que haces eso, recuerda que él lo hizo por ti. Esto es todo lo que él se preocupa por ti.
Procede usando las flechas.
Jesucristo, aunque era de condición divina,
no consideró su igualdad con Dios
como algo a lo que aferrarse.
En cambio, se vació de Sí mismo,
tomando la forma de un esclavo,
haciéndose igual al hombre;
y, en apariencia humana,
se humilló,
haciéndose obediente hasta la muerte,
incluso la muerte en una cruz.
(Filipenses 2, 6-8)
Estás a punto de ingresar en la intemporalidad de lo que Cristo hizo por ti, cuando las experiencias de Jesús durante la primera Semana Santa son, también, el momento presente en tu vida.
Comienza haciendo un examen de conciencia. Puedes usar nuestro Examen de Conciencia Basado en los 10 Mandamientos (esto se abrirá en otra pestaña para que no pierdas este lugar).
En este Retiro Virtual, Jesús va a revelarte su misericordia. Si ya has recibido el perdón y la absolución por tus pecados y ya no te controlan, este retiro continuará el procesos de crecer en la intimidad con Cristo.
Si hay pecados que aún te controlan, te recomendamos que completes la sanación que comienza en este retiro llamando a tu oficina parroquial para pedir una entrevista con el sacerdote para recibir el don del Sacramento de la Reconciliación. ¡El poder de este Sacramento te liberará para disfrutar de una nueva vida en la gloria de la Resurrección de Cristo! Porque …
Eran nuestros pecados los que Él cargó,
nuestros sufrimientos los que Él soportó ...
Fue traspasado por nuestras ofensas, triturado por nuestros pecados,
sobre Él cayó el castigo que nos hace plenos,
Por Sus llagas fuimos sanados.
Todos estábamos extraviados como ovejas,
cada uno siguiendo su propio camino;
pero el Señor cargó sobre Él toda nuestra culpa.
(Isaías 53, 3-6)
En una meditación dada al Papa Juan Pablo II en Marzo 15, 2002, el Padre Capuchino Raniero Cantalamessa, el predicador de la Casa Papal, describió qué había sucedido en el Jardín de Getsemaní, llamándolo como la noche oscura del alma de Jesús: «La angustia de Jesús no fue causada, simplemente, por la visión adelantada de sus tormentos; Jesús cargó sobre Sí mismo todo el pecado del mundo. En ese momento, el hecho de que Él no hubiera cometido pecados no hizo diferencia; eran de Él porque Él libremente los asumió, ‘Cargó nuestros pecados sobre Su cuerpo.'»
Encontrémonos con Él mientras desciende del Monte de los Olivos rumbo a Jerusalén, mientras, conscientemente, da los pasos finales de Su vida y entrando en la noche oscura de Su alma.
Luego de compartir Su última cena con Sus amigos más cercanos, Jesús los llevó hasta la cima del Monte de los Olivos. Desde allí, miró hacia el muro de Jerusalén.
Podía ver el Templo (que estaba a la derecha del dorado Domo Musulmán de la Roca de Mahoma).
Podía ver la antigua ciudad de Jerusalén y, viendo hacia el futuro, comenzó a llorar.
Se lamentó: «Si tú, aunque sea tú, hubieras sabido este día qué te traería la paz — pero ahora está escondido a tus ojos. Días vendrán en que tus enemigos construirán un muro contra ti y te rodearán y encerrarán por todos lados … porque no reconociste el tiempo de Dios llegando hasta ti.» (Lucas 19, 41-44)
¿Falta la paz en tu vida? Recuerda esto: «Jesús llora también por mí. Necesito reconocer las diversas formas en que Jesús ha estado viniendo a mí para ayudarme, para cuidarme, para consolarme. ¡Señor, perdóname por no darme cuenta! ¡Ayúdame a mantener mis ojos en Ti!«
Luego Jesús descendió de la montaña, acercándose a Jerusalén con cada paso.
Se detuvo en un lugar llamado Getsemaní y dijo a Sus discípulos: «Siéntense aquí mientras voy hasta allí a orar.»
Llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y pronto Él comenzó a sentir una gran tristeza y desazón. Les dijo: «Mi alma está abrumada hasta la muerte por la tristeza.»
Avanzó un poco y se postró en oración. Él, que nunca había pecado, cargó sobre Sí tus pecados (has una pausa para nombrar a aquellos que te molestan más) y los pecados de todo el mundo. Él, que era puro y perfectamente santo, se hizo vil con la fealdad de toda nuestra iniquidad.
Torturado por estos pecados, gritó en agonía. «¡Padre, si te es posible, aparta esta copa de mí!»
«Pero — que no se haga mi voluntad, Padre. TU voluntad.»
Jesús experimentó la noche oscura del alma y, al dar Su «sí» humano a tus necesidades en medio de esta oscuridad, Su humanidad te redimió.
¡Lo veo todo!
¡Oh, Padre! ¡Lo veo todo!
Al arrodillarme sobre esta roca
en el Jardín de mis Oraciones
la dureza de mis torturas
yace justo enfrente de Mi.
Veo el golpe de puños furiosos
llegando a dañar, a aplastar,
por los temores de hombres lastimados.
Me hieren a Mí con sus celos.
Me hieren a Mí con su lujuria.
Me hieren a Mí con sus prejuicios.
Me hieren a Mí con sus abusos mutuos.
¡Lo veo todo!
¡Oh, Padre! ¡Lo veo todo!
Veo las espinas del orgullo de cada persona
perforando, apuñalando fieramente
lo profundo de Mi cabeza y mi corazón.
Me hieren a Mí con su deseo de controlar.
Me hieren a Mí con sus pensamientos de odio.
Me hieren a Mí con sus luchas por el éxito.
Me hieren a Mí con sus rechazos a ser serviciales.
¡Lo veo todo!
¡Oh, Padre! ¡Lo veo todo!
Veo los latigazos de los desagradables labios de la humanidad
golpeándome, despojándome
de Mi humanidad.
Me hieren a Mí usando palabras que me desgarran.
Me hieren a Mí usando palabras que destrozan la Verdad.
Me hieren a Mí usando palabras que desparraman la crueldad.
Me hieren a Mí usando palabras que desparraman el chisme y la desesperanza.
¡Lo veo todo!
¡Oh, Padre! ¡Lo veo todo!
Lo que se hagan entre sí
me lo harán a Mí,
y lo sentiré en Mi rostro,
y lo sentiré en Mi cabeza y corazón,
y lo sentiré en toda Mi carne,
y lo sentiré en Mi hombro cuando cargue la cruz,
y lo sentiré en Mis rodillas cuando caiga al suelo,
Y lo sentiré en los clavos.
¡Lo veo todo!
¡Oh, Padre! ¡Lo veo todo!
Que se haga Tu voluntad, Padre Mío,
porque los amo
en todo.
Luego de orar tres veces, Jesús regresó con Sus discípulos y dijo: «Miren, la hora ya se acerca cuando el Hijo del Hombre será entregado a los pecadores. Levántense, es hora de irnos. Miren, ya llega quien me traicionará.»
Mientras aún estaba hablando, Judas, uno de los Doce, llegó acompañado de una gran multitud que empuñaba espadas y cuchillos. Venían de parte de los sumos sacerdotes y de los ancianos. El traidor había arreglado, como signo, diciendo: «El hombre al que bese es él; arréstenlo.» Inmediatamente fue hasta Jesús y le dijo: «¡Salve, Maestro!» y lo besó.
Jesús respondió: «Amigo, haz lo que has venido a hacer.»
Luego, yendo hacia adelante, pusieron sus manos sobre Jesús y lo arrestaron.
«¿Crees que no puedo llamar a mi Padre y Él no me daría, en este momento, más de doce legiones de ángeles?Do you think that I cannot call upon my Father and He will not provide me at this moment with more than twelve legions of angels? Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que debe suceder de esta forma?»
Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron hasta Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos se habían reunido. Pedro los seguía a la distancia.
Una de las sirvientas fue hasta él y dijo: «Tú también estabas con Jesús.» Pero él lo negó frente a todos diciendo: «¡No sé de qué estás hablando!» Tres veces negó conocer a Jesús.
Luego, Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo me habrás negado tres veces.» Salió y comenzó a llorar amargamente.
Como Pedro, yo he herido a Jesús al negarlo: recuerda el momento cuando te sentiste incómodo por tu fe o demasiado asustado para hablar de ella. Esto, también, agrega heridas a Su cuerpo sagrado y peso a su terrible cruz.
Al llegar la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos decidieron dar muerte a Jesús. Lo ataron, lo sacaron fuera y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
Pilato dijo a la gente: «¿Qué haré con Jesús llamado Cristo?» Todos gritaron: «¡Crucifícalo!»
Pilato consintió y ordenó que Jesús fuera flagelado.
Luego, los soldados del gobernador llevaron a Jesús dentro del pretorio y lo despojaron de Sus ropas y le pusieron una bata militar escarlata sobre Él. Trenzando una corona con espinas se la pusieron sobre Su cabeza. Arrodillandose frente a Él, se burlaban diciendo: «¡Salve, Rey de los Judíos»! Lo escupían y le golpeaban la cabeza. Y cuando terminaron, le sacaron la bata, lo vistieron con sus viejas ropas y lo condujeron fuera para crucificarlo.
POR TI, CARGO LA CRUZ
Sé los dolores que cargas, Mi amado;
Ven, déjame cargarlos por ti.
Oh, cuán pesada
es la cruz que cargo
por la ruta al Calvario;
Mi carne está desgarrada
por la flagelación
y estoy debilitado
por los golpes
-- que soporté por ti.
Sé los dolores que cargas, Mi amado;
Ven, déjame cargarlos por ti.
Lucho por ver el camino delante de Mí
pero Mi Sangre cae de la corona de espinas
en Mis ojos y no puedo limpiarlos
porque estoy impedido por la carga
-- que soporté por ti.
Sé los dolores que cargas, Mi amado;
Ven, déjame cargarlos por ti.
La viga se incrusta en Mi hombro herido
y siento el dolor en todos los desgarros de Mi carne;
por lo tanto es difícil permanecer conciente de que estás aquí,
pero recuerdo, recuerdo que llevo la carga
-- que soporté por ti.
Sé los dolores que cargas, Mi amado;
Ven, déjame cargarlos por ti.
El mayor dolor que siento,
el dolor que perfora profundamente Mi corazón,
es darme cuenta que he hecho todo esto por ti,
y aun insistes en llevar la carga
-- que soporté por ti.
Sé los dolores que cargas, Mi amado;
Ven, déjame cargarlos por ti.
Por favor, deja que Yo los cargue por ti.
Sí, deja que Yo los cargue por ti.
Después de crucificarlo, se dividieron sus vestimentas echándolas a suertes; luego se sentaron y se quedaron mirándolo. Y colocaron sobre su cabeza el cartel: Este es Jesús, el Rey de los Judíos.
Desde el mediodía, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
Alrededor de las tres en punto Jesús gritó: «¿Eli, Eli, lema sabachthani?» que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Entonces Jesús gritó otra vez y entregó Su espíritu.
Mira, el velo del santuario se rompió en dos, de arriba hasta abajo. La tierra se sacudió, las rocas se partieron, las tumbas se abrieron y los cuerpos de muchos santos que habían estado dormidos se levantaron.
Había muchas mujeres allí. Habían seguido a Jesús desde Galilea, asistiéndolo. Entre ellas estaban María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y también la madre de los hijos de Zebedeo. Y tú también estabas allí, en la intemporalidad de tu amor por Jesús.
Cuando anochecía, un hombre rico de Arimatea, llamado José, un discípulo de Jesús, fue hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Tomando el cuerpo, José lo envolvió en un lino limpio y lo puso en su tumba nueva que había hecho en la roca.
¿Qué necesitas poner en la tumba junto a Jesús? En el silencio oscuro de la tumba, déjalo allí, envuélvelo alrededor de Jesús, como una tela funerario, déjalo partir, vete y asegura la tumba sellándola a la piedra y poniendo un guardia.
“Yo morí por ti,” dijo Él.
“Sí Señor,” respondí, levantando mi cabeza con orgullo.
“Lo sé.”
“Pero ¿sabes qué significa eso?” me dijo.
“¿Sabes lo que significa para tu vida?”
Pensé en Su muerte en la cruz,
y supe que necesitaba Su sacrificio.
Pensé en Su dolor en la cruz,
y supe que necesitaba Su sanación.
Pensé en Su tristeza y pasión,
y supe que necesitaba Su gozo.
“Yo morí por ti,” dijo Él.
«“Sí, Señor,” contesté, bajando mi cabeza con vergüenza.
Y Él me dijo:
“¿Sabes – realmente – qué significa eso?”
“Creo que no,” respondí.
“Ven, déjame mostrarte,” dijo Él.
Y el terror golpeó mi corazón.
¿Podría soportar contemplar la escena que Él me mostraría?
¿Podría soportar verlo a Él traspasado de dolor?
¿Podría soportar comprender lo que Él hizo por mí?
“Pero quiero saber,” respondí.
Y entonces ví Su frente
y la corona
y las espinas.
Una espina que Él me mostró,
una espina lastimando Su carne,
y de ellá brotó
una gota de sangre.
“¿Sólo una gota de sangre?”
pregunté, levantando mi cabeza en desconcierto.
“¿Es todo lo que derramaste por mí?” pregunté,
enojada por no valer más que eso.
Y Él dijo:
“Una gota de Mi Sangre
contiene todo el poder del sacrificio.
Una gota de Mi Sangre
contiene todo el poder para sanar.
Una gota de Mi Sangre
contiene todo el poder para darte gozo.”
“Pero Señor,” respondí,
“Quiero más que una gota.
Hay mucho más de Ti,
¡y yo lo quiero todo!”
“Sí,” dijo Él. “Yo morí por ti.”
«Por Mis llagas, eres sanada.
Fueron tus faltas las que cargué,
tus sufrimientos que soporté …
fui traspasado por tus ofensas,
triturado por tus pecados,
sobre Mí cayó el castigo
que te trae la paz.»
¡Sacarán agua con gozo
de las fuentes de la salvación!
Dios es realmente mi salvador;
Confío y no temo.
Mi fuerza y mi coraje es el SEÑOR,
y ha sido mi salvador.
Con gozo sacarán agua
de la fuente de la salvación
¡Sacarán agua con gozo
de las fuentes de la salvación!
Den gracias al
SEÑOR, aclamen su nombre;
hagan conocer sus obras entre las naciones,
proclamen y exalten su nombre.
¡Sacarán agua con gozo
de las fuentes de la salvación!
Canten alabanzas al
SEÑOR
por sus logros gloriosos;
que sea conocido en toda la tierra.
Griten exultantes, ¡Oh ciudad de Sión,
porque grande es en medio de ti
el Santo de Israel!
¡Sacarán agua con gozo
de las fuentes de la salvación!
Salmo Responsorial V Isaías 12, 2-6 de la Misa de Vigilia de Pascua
Las fotos que verás aquí fueron tomadas en Tierra Santa (mira la Peregrinación Virtual, de Terry Modica de Good News Ministries). La historia está parafraseada de Mateo 26, 14 – 27, 66, la lectura del Evangelio del Sábado de la Pasión.
© 2002 by Terry A. Modica
Mira también el material para Cuaresma publicado por Catholic Digital Resources.