Cuando un ser querido nos deja
[ PalabrasVivas para quien está de Duelo ]
Todos podemos identificarnos con el dolor de los discípulos en Juan 16, 5-11. Había sufrido la pérdida de Jesús cuando fue crucificado y, ahora, después de su resurrección fantástica, tenían que decirle adiós otra vez.
El dolor llena nuestro corazón cuando un ser querido nos deja, sea por su muerte, por abandono o, simplemente, por mudarse a una nueva ciudad. Pero, así como fue con los discípulos, así es también con nosotros: con cada final hay un comienzo. Con cada partida hay un nuevo regalo porque Dios es generoso y amoroso.
A veces, tratamos desesperadamente de aferrarnos a lo perdido pero, entonces, nos perdemos la nueva bendición maravillosa que Dios quiere darnos. Los discípulos sintieron esa desesperación cuando Jesús les dijo que partiría pronto para unirse al Padre. Pensaron sólo en su propia pérdida. Por eso es que Jesús dijo: «Ninguno me pregunta -‘¿Dónde vas?'»
No obstante, Jesús no estaba triste por su pensamiento egocéntrico. Estaba preocupado por ellos, por eso dijo: «¡Es mejor para ustedes que me vaya!» Y les recordó nuevamente al Abogado que Él les enviaría después de su retorno al Padre.
Dios nos ama tanto que nunca nos abandona. Viene a nosotros en la carne mediante el amor que otros nos dan pero, cuando se los lleva, incluso entonces tampoco nos abandona. Mira a tu alrededor, ¿qué está dándote como nueva bendición mientras estás diciendo adiós? ¿Qué nuevas personas está ofreciéndote? ¿Qué nuevo ministerio quiere que comiences usando las lecciones de tus sufrimientos?
Decimos adiós a nuestros hijos cuando crecen y se mudan. Aunque extrañamos su dependencia infantil, con el fin de las responsabilidades paternas, llegan nuevas oportunidades y nuevas libertades para servir al Reino de Dios.
Decimos adiós a nuestra familia y amigos cuando dejan este mundo y se mudan a la intimidad eterna con Dios. Los extrañamos tanto, pero se han ido con el Padre donde interceden por nosotros más poderosamente que nunca antes. Están disponibles a cada momento. Están totalmente libres para servirnos a través de Dios, libres de las trabas de las fallas humanas y las limitaciones terrenales.
Ningún final es definitivo. Dios siempre nos da nuevos caminos, un nuevo amigo, un nuevo ministerio, una nueva aventura. Para descubrir lo nuevo, tenemos que sacar nuestros ojos de lo viejo. Esto no significa que debemos olvidar lo viejo. Mientras atesoramos el pasado, debemos enfrentar el futuro y aferrarnos fuerte a la mano de Dios. Para aferrar su mano debemos abandonar cualquier cosa a la que estemos aferrándonos.
© 2013 por Terry A. Modica
>> Deja que Jesús te ayude con más. Consulta nuestros «PalabrasVivas para Quienes están de Duelo» en gnm-es.org/duelo/.

Por favor, comparte esto con otras personas usando los íconos para las redes sociales al pie de esta página. O solicita una copia aquí, para imprimir con permiso para su distribución, a menos que arriba esté indicado que está disponible en Catholic Digital Resources.
