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¿Hay alguien de quien te gustaría deshacerte?

Passion Spirituality (Intimacy with Jesus)

Intimacy with Jesus

Los leprosos de nuestras vidas

¿Hay alguien de quien te gustaría deshacerte?

[ PalabrasVivas sobre Espiritualidad de la Pasión ]

Ve tras la oveja perdida

Pídele a Jesús que te muestre el amor que él siente por las personas que te hacen miserable. Él dijo «sí» en el Jardín porque sentía gran lástima de todos nosotros. Él nos vio como corderos que se habían extraviado, también vio nuestras heridas y decidió  sanarnos  a través de sus heridas. Si realmente queremos seguir a Jesús, debemos hacer lo que él hizo y obedecer lo que él dijo: «vayan más bien a las ovejas perdidas… vayan y prediquen este mensaje: ‘el Reino de los cielos está cerca’. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los que tienen lepra, echen fuera demonios. Gratis lo han recibido, denlo también gratis» (Mateo 10:6-8 NVI).

Al proclamar la buena nueva, no sólo hablamos de él. Demostramos que el Reino de los cielos es real sanando a los enfermos, resucitando a los muertos, limpiando a leprosos y expulsando a los demonios. En nuestra vida cotidiana, significa cuidar de las necesidades de los enfermos y orar por ellos. Significa tomar el tiempo para llegar a aquellos que están espiritualmente muertos y traerlos de vuelta a la vida en Dios. Significa identificar las mentiras y las tentaciones de los espíritus impíos que afectan a la gente que conocemos y señalar el camino a la verdad y santidad. Significa tocar a los leprosos.

¿Quiénes son los leprosos de tu vida? En tiempos bíblicos, los leprosos eran marginados. Se vieron obligados a pasar el resto de sus años en colonias de leprosos porque las personas sanas tenían miedo de contagiarse la enfermedad. Tocarlos estaba prohibido.

¡Qué importante que es el tacto! Los bebés abandonados en instituciones mueren por falta de alguien que los toque. Los matrimonios se marchitan por la falta de abrazos. Los niños crecen con pobre autoestima por falta de cuidado físico. Jesús sabía lo importante que es. A pesar de ser capaz de curar personas a larga distancia sin siquiera ver al que sufría, cuando se trataba de leprosos, no sólo sanó sus cuerpos,también sanó sus espíritus, dándoles lo que necesitaban más– el toque humano.

Un hombre con lepra vino a él y le rogó de rodillas, «Si tu quieres, puedes  limpiarme.» Lleno de compasión, Jesús extendió su mano y tocó al hombre. «Sí, quiero», dijo.»Queda limpio!» Inmediatamente la lepra se fue dejándolo curado (Marcos 1:40-42 NVI).

¿Quiénes son los leprosos de tu vida? ¿Necesitan un toque sanador de Dios? ¡Tal vez Dios quiere dárselos a través de ti!

Leprosos son los que están marginados y obligados a mantener su distancia. Son las personas más difíciles de amar, los que rechazamos porque continuamente nos lastiman, los imbéciles que hacen nuestra vida miserable, los problemáticos que echamos para protegernos a nosotros mismos.

Algunos son leprosos porque son adictos al alcohol o drogas. Es difícil tener buenas relaciones con ellos porque su pensamiento está empañado por su enfermedad. Nos lastima su falta de fiabilidad, su falta de inhibiciones (conducentes a la lujuria, por ejemplo), el entendimiento deformado que tienen de sí mismos, de nosotros y sus comportamientos insensatos.

Algunos son leprosos porque sofocan a las personas significativas de sus vidas; Esto se llama codependencia. Tal vez tienes un amigo o pariente que se ha atado a ti en un intento desesperado de estar pleno. Estos leprosos nos hacen daño exigiendo de nosotros lo que no podemos o no debemos darles y cuando nos negamos a comportarnos  co-dependientes hacia ellos, nos interpretan erróneamente y aumentan la miseria, nos atacan verbalmente y luego se aferran a nosotros más aún.

Algunos son leprosos porque son violentos y abusivos. Otros son adictos al sexo y la pornografía. Las heridas que estas personas causan pueden ser muy traumáticas. La intervención profesional es generalmente la única manera de iniciar el proceso de sanación y reconciliación.

Algunos son leprosos porque aman la energía y ansían control—más de lo que nos aman a nosotros. Nos aplastan y pisotean  nuestra voluntad. Rechazan nuestros sueños y nuestros deseos y pasan por alto nuestros sentimientos para perseguir sus propias agendas.

Algunos son leprosos por avaricia. Les preocupa más el dinero y las posesiones que nosotros. Se aprovechan de nosotros para alcanzar sus objetivos de acumular más. Ellos nos desprecian si no podemos ayudarles a enriquecerse.

Los tipos de lepra que existen son tan numerosos como la capacidad que tenemos los seres humanos para encontrar sustitutos para Dios. El amor de Dios sólo puede llenar los agujeros en sus corazones heridos, pero porque carecen de una comprensión de eso, tratan de obtener más amor de nosotros que lo que podemos dar, y cuando esto no satisface sus necesidades, tratan de rellenar los vacíos con cualquier cosa que parezca atractivo. Es un intento de anestesiar  el dolor que nunca sana, el dolor que viene de un amor insuficiente.

Jesús nos dice, «Den gratuitamente a los demás lo que han recibido» (Mateo 10:8). ¿Qué hemos recibido gratis y abundantemente de él? ¡Amor! ¿Qué necesitan más los leprosos? ¡El toque curativo del amor! Jesús todavía toca a los leprosos hoy, les toca a través de nosotros.

Esto es difícil. Es tan difícil dar amor — y persistir en él–cuando implica sufrimiento. Preferimos amar a quienes nos devuelven el amor y alejar a todos los demás. Aceptamos que tenemos que trabajar en los mismos trabajos con ellos, pero no los invitamos a nuestras casas para cenar. Les damos un saludo amistoso en la iglesia, pero no nos sentamos con ellos y preguntamos cómo podemos ayudarles. Toleramos a miembros leprosos de la familia eb acción de gracias, pero no los invitamos a unirse a nosotros en vacaciones. Y, sin embargo, lo que más necesitan es nuestro amor–o más exactamente, el amor de Jesús que viene a ellos a través de nosotros.

Necesitamos límites para protegernos de lo que es poco saludable o nocivo, pero debemos dejar espacio en los límites para el amor de Jesús y abrazarlos.

El amor no puede ayudar sino únicamente dándose a los demás, sin importar el resultado. Si estamos dispuestos a amar a los demás sólo cuando se nos retribuye, ¿qué mérito hay? Si estamos dispuestos a amar a los demás sólo cuando nos tratan bien, no los estamos amando incondicionalmente. De hecho, si el amor es condicional, ¡no es amor! El amor no es amor a menos que lo demos. El Amor no puede hacer nada sino amar, incluso cuando no hay buenos resultados en tus esfuerzos.

Para amar a estos leprosos, tenemos que estar dispuestos a perdonarlos una, otra y otra vez, setenta veces siete veces cada día. Tenemos que estar dispuestos a ir a la cruz por ellos. Ellos no saben cómo recibir nuestro amor. Incluso no saben reconocerlo, así que tenemos que persistir y perdonar y persistir y perdonar para que, poco a poco, nuestro amor se abra paso más y más. En caso de no abrirse paso con mucho tiempo y esfuerzo, entonces llega el momento cuando Dios dice, «¡basta!» Te agradezco lo mucho que has intentado, y te llevará fuera de la vida de esa persona para la siguiente fase de la sanación.

Mientras tanto, sólo podemos persistir si tenemos continuamente a Dios para conformarnos y resistir. Tenemos que pedirle varias veces que nos renueve su amor por las personas de las que preferiríamos liberarnos. Este es un amor sobrenatural. No podemos hacer esto sin la ayuda de Jesús que libremente nos da todo lo que necesitamos para avanzar en este camino de la Espiritualidad de la Pasión.

Cuando se pone difícil, cuando realmente duele mucho y nuestro instinto es renunciar y expulsar a los leprosos, mira a Jesús siendo azotado, a Jesús siendo torturado, a Jesús siendo coronado de espinas, a Jesús cayendo con la Cruz cuando no tenía ninguna energía, a Jesús colgado en la Cruz y moribundo. Puedes unir tus sufrimientos a los suyos. Te puedes sentir más cerca, conectado a él cuando pones tu vida para redimir a los corderos perdidos que te ha dado para amar.

Recuerda: El camino de la Cruz siempre conduce a la resurrección.

San Pedro escribió: «»Por un tiempo tal vez tengan que ser afligidos con varias pruebas. Esto es así para que su fe — más valiosa que el oro, que pasa aún cuando es refinado por el fuego — sea encontrada genuina y resulte en alabanza, honor y gloria cuano Jesucristo sea revelado (1 Pedro 1, 5-7 NVI).

© 2002 por Terry A. Modica


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