Lidiando con los fariseos
¿Hay personas que te hieren mientras creen que están haciendo la voluntad de Dios?
[ PalabrasVivas sobre Espiritualidad de la Pasión ]
¿Tienes «fariseos» en tu vida? ¡Seguro que sí! Fariseos son las personas que están tan seguros que están haciendo todo bien espiritualmente, que no se dan cuenta cuando sus creencias están tomando la dirección equivocada. Todos tenemos algún fariseísmo en nosotros mismos. La humildad es la cura – hacer una evaluación honesta de cómo nos hemos desviado con el fin de volver a Dios.
En Números 21, 4-9, los israelitas se dieron cuenta de que se estaban extraviando, cuando comenzaron a quejarse. Las quejas siempre vienen del orgullo. El orgullo nos dice que DEBERÍAMOS quejarnos porque sabemos (como si fuéramos Dios) que las cosas DEBERÍAN estar mejor. El orgullo nos dice que la prueba es un sufrimiento del que tenemos derecho a quejarnos. El orgullo nos dice que cuando sufrimos es porque, o bien Dios se ha dormido, nos ha dado la espalda, se ha olvidado de nosotros o bien Él no se preocupa por nosotros. El orgullo descarta el hecho de que Dios está trabajando un plan que todavía no podemos entender, un plan que sin duda nos beneficiará a nosotros, así como a todos los demás participantes, un plan para llevarnos a la Tierra prometida, a la que no llegaríamos a menos que tengamos un gran crecimiento primero. El crecimiento es producto del sufrimiento.
Los israelitas se salvaron de su orgullo cuando Dios les dio la cura a través de un presagio de la crucifixión del Mesías – la serpiente de bronce montada en un poste. La serpiente representaba sus pecados, al igual que Jesús un día aceptaría todos los pecados del mundo sobre Sí mismo y sería «montado» en la cruz, para luego resucitar y que todos lo vieran.
Durante el tiempo que Jesús estuvo en la tierra, los fariseos estaban tan seguros que tenían la comprensión espiritual correcta de todo, que su orgullo les impedía reconocer a Jesús como su Mesías esperado.
¿Conoces gente que está tan segura que están escuchando a Dios correctamente y que se han convertido en ofensivos? ¿Cómo los manejas? ¿Te quejas acerca de ellos?
¿ESTAMOS tan seguros acerca de NUESTRAS creencias que nos quejamos cuando otros no están de acuerdo con nosotros? Incluso cuando creemos que entendemos la verdad perectamente, si queremos imitar a Jesús, si queremos vivir en humildad, no debemos quejarnosos cuando sufrimos por la incredulidad de los demás. Quejarse de la gente es condenarlos. Quejarse de una situación, es condenar a Dios que permite que la situación ocurra.
Mira cómo Jesús se encarga de los fariseos en Juan 8, 21-30. Él anhela que ellos escuchen y acepten la verdad, más ahora que Él sabe que estas son las personas que van a hacerlo pasar por el sufrimiento de la crucifixión. Cuando soy perseguido por la gente que me importa y estas personas están rechazando algo de la verdad espiritual, que sé que necesitan, mi primera reacción es quejarme. Dios me ha dirigido a superar esto. Me ha dicho que si tengo que quejarme de alguien, le lleve mis quejas directamente a Él, en lugar de aumentar mi pecado por quejarme de mis amigos y arrastrarlos a la pelea. Y ¿sabes lo que pasa cuando hago eso? ¡Mis quejas se disuelven en su misericordia! Cuando me quejo con un amigo, puedo seguir y seguir quejándome por la injusticia de todo. Pero cuando me quejo con Dios, abandono mis quejas y en un par de minutos (¡o menos!) siento paz en vez de frustración…
En esta lectura del Evangelio, Jesús tiene un momento en el que elige entre queja y misericordia. Se observa que, en su posición como maestro con autoridad y poder, puede compartir sus quejas acerca de los fariseos con todo el mundo. Él dice: «Yo podría decir mucho acerca de ustedes pero no, yo sólo diré al mundo lo que he oído de Él [el Padre].» En otras palabras, a pesar de que hay una gran cantidad de cosas de las que podía quejarse, opta por dejar de lado lo que es negativo y pasar su tiempo sólo en el trabajo positivo del ministerio dado a Él por el Padre. Dios es amor y el corazón del Señor es la misericordia.
Vamos a sacrificar nuestras quejas. Vamos a clavarlas en la cruz. Tomemos un voto de silencio en lugar de permitirles escapar de nuestros labios. Y si hay que dejarlas salir, dejemos que nuestras quejas vayan sólo a Dios. Es increíble lo rápido que la cólera se extingue una vez que comienzo a calentar la oreja de Dios con mis quejas. ¡Él nos resucita a una nueva vida de paz y alegría, incluso cuando las cosas van mal!
© 2002 por Terry A. Modica

Por favor, comparte esto con otras personas usando los íconos para las redes sociales al pie de esta página. O solicita una copia aquí, para imprimir con permiso para su distribución, a menos que arriba esté indicado que está disponible en Catholic Digital Resources.
