Lavando pies desagradables
¿Hay alguien que sea desagradable para servir?
[ PalabrasVivas sobre Espiritualidad de la Pasión ]
Nuestra intimidad con Jesús crece cuando lavamos los pies de los demás. Debemos lavar los pies de los demás. Jesús lavó los pies de sus discípulos en Juan 13, 1-15, no porque sus pies estuvieran sucios y fueran demasiado perezosos para cuidar de su higiene, tampoco porque quisiera que ellos supieran que él era un siervo que les facilitaría la vida. Más bien, él les dio (y nos da a nosotros también) un modelo a imitar.
Durante el Jueves Santo, en la Misa de la Cena del Señor en el año 2002, Juan Pablo II dijo: «La participación en la Misa del Señor no puede separarse de la obligación de amar a prójimo. Cada vez que participamos de la Eucaristía, también expresamos nuestro ‘Amén’ ante el Cuerpo y la Sangre del Señor”, dijo. «Por lo tanto nos comprometemos a hacer lo que Cristo hizo, ‘lavar los pies’ de los hermanos, siendo transformados en imágenes concretas y transparentes de quien «despojado de sí mismo, asumió la condición de esclavo».»
Y agregó: «El amor es el más precioso legado que les deja a aquellos que llama a seguirlo».
¿Has lavado últimamente los pies de alguien? Tal vez tú no has enjabonado literalmente los pies malolientes de un amigo como muestra de tu amor incondicional y servicio, pero ¿cómo te has dado a ti mismo en una manera total como en el lavado de los pies?
Lavar los pies de los demás es amarlos incluso cuando ellos no merecen tu amor.
Lavar los pies de los demás es hacerles el bien incluso si no devuelven el favor.
Lavar los pies de los demás es considerar sus necesidades tan importantes como las propias.
Lavar los pies de los demás es perdonarlos aunque no digan que lo lamentan.
Lavar los pies de los demás es para servirles incluso cuando la tarea es desagradable.
Lavar los pies de los demás es hacerles saber que importan cuando se sienten oprimidos o agobiados.
Lavar los pies de los demás es ser generoso con lo que tienes para dar.
Lavar los pies de los demás es poner la mejilla en lugar de tomar represalias cuando te tratan injustamente.
Lavar los pies de los demás es hacer ajustes en tus planes cuando su necesidad es mayor que la tuya.
Lavar los pies de los demás es servir con humildad.
Observa la postura de Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos. Se arrodilló suavemente, lavó su suciedad y alivió su cansancio. Nos arrodillamos ante Jesús cuando oramos frente al Sagrario y durante la consagración de la Eucaristía demostrando profundo respeto.
Imagina a Jesús arrodillado frente a ti, bajando al nivel de los pies y tiernamente asistiendo tus necesidades. ¡De hecho está haciéndolo todos los días! Y él te pide que vayas y hagas lo mismo: ser las manos de Jesús que lavan los pies de la gente que él ha puesto en tu vida.
Al servir a los demás cuando la tarea es desagradable y pequeña, crecemos en humildad. Así comprendemos más completamente lo que Jesús hizo por nosotros hace 2000 años y lo que está haciendo por nosotros ahora mismo.
© 2002 por Terry A. Modica

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