Lidiando con los Escépticos que nos Rodean
¿Hay alguien que está rehusándose a aceptarte por quién eres?
[ PalabrasVivas sobre Espiritualidad de la Pasión ]
¿Hay alguien en tu vida que no te acepta por cuánto has crecido espiritualmente? ¿Personas que son escépticos porque no creen tu fe? ¿Has dido falsamente acusado de hacer algo que nunca has tenido ninguna intención de hacer? ¿Has sido descartado como incapaz de hacer lo que, en realidad, has aprendido a hacer?
En Lucas 4:24-30, Jesús nos muestra cómo tratar a estas personas.
En primer lugar, nos ayuda a darnos cuenta de que tal rechazo es normal para un seguidor de Jesús. Como dice Jesús en este pasaje del Evangelio: «Ningún profeta es aceptado en su ciudad natal.» Nos sobreponemos a ésto, al conectar nuestro sufrimiento al sufrimiento de Cristo. El rechazo nos une a Dios; la brecha de tiempo entre el trato injusto en Nazaret y el presente desaparece. ¡Qué gran privilegio!
En segundo lugar, en el amor que damos a otros, estamos brindando una oportunidad para que ellos puedan ver y aceptar lo que Dios les ofrece a través de nosotros, como lo hizo Jesús. Él siempre dio a sus perseguidores una oportunidad para descubrir: “¡Ajá! ¡Necesito aprender de este chico!”. Tal vez, uno de cada cien tendrá un momento «ajá». Perseverando pacientemente, nos encontramos con esa persona.
No todas las personas de Nazaret rechazaron el ministerio mesiánico de Jesús. Santiago, a menudo denominado «hermano del Señor», era un pariente de la familia adquirida (ver Mateo 13, 55 y Marcos 6, 3) y se convirtió en uno de sus seguidores más devotos. Incluso escribió una carta que fue aceptada en el canon del nuevo testamento.
Dios tiene un Santiago para cada uno de nosotros. Pero ¿cómo quiere que tratemos a aquellos que continúan no creyéndonos?
El tercer paso, a imitación de Cristo, es alejarse. Jesús no insistió a la gente para cambiar su opinión acerca de Él. No pateó el suelo, ni puso mala cara, ni lloriqueó, ni hizo alguna de esas cosas tontas que hacemos para ganar la atención de alguien. Tampoco se quedó allí, ni les dejó atacarlo. El día llegaría para ser clavado en una cruz, pero no todavía. Al igual que Jesús, debemos buscar siempre la voluntad del Padre para discernir cuándo es el momento de ir a la cruz por alguien y cuándo es el momento para simplemente alejarse.
Alejarnos suena fácil y atractivo, pero no es nuestro primer deseo. Generalmente queremos quedarnos y esperar hasta que seamos finalmente aceptados. Nos gusta ignorar este sentimiento de ser rechazados. Queremos ser recibidos por las mismas personas que no nos creen. Queremos que nos confirmen nuestra fe y nuestros dones.
Nuestro segundo deseo, suele ser persistir para beneficio de la otra persona. Nos duele que se pierdan algo valioso y nos sentimos culpables si nos rendimos.
Sin embargo, llega el momento en que debemos alejarnos de los que dudan y dirigirnos hacia donde nos acepten y, así, nuestros dones se pondrán en buen uso. Los incrédulos nos agotan. Los incrédulos frenan nuestro crecimiento espiritual. Los incrédulos no nos dan ninguna ayuda cuando tropezamos en nuestro camino, ni tampoco nos animan cuando nos sentimos débiles y necesitamos apoyo en nuestro viaje.
Alejarse no significa necesariamente que salgamos de sus vidas. A menudo IMPLICA ESO, pero cuando estamos casados con un incrédulo o trabajamos con ellos o, de alguna otra manera, estamos obligados a permanecer con incrédulos, alejarse significa que dejamos de tratar de convencerlos de lo que realmente somos y de la rectitud de nuestras creencias. Tenemos que recordar que sólo la opinión de Dios acerca de nosotros es realmente lo que importa. Nada sucede si otros nos juzgan mal, porque Dios sabe la verdad acerca de nosotros y está muy contento.
Ya sea que nos salgamos de la vida de estas personas o dejemos de tratar de cambiar su opinión acerca de nosotros, siempre debemos buscar y encontrar quienes compartan nuestros valores y nuestra fe y tengan objetivos espirituales similares. Estas son las personas con quienes necesitamos pasar tiempo. Estas son las personas que son capaces de identificar nuestros dones y nuestro llamado de Dios. Nos edificarán, nos animarán y sacarán lo mejor de nosotros. Nos permitirán darles lo que Dios nos ha dado. Al estar en comunidad y amistad personal con estas personas, seremos libres para correr a lo largo de nuestro viaje espiritual, a un ritmo tan rápido como nos gustaría ir.
Como dice el Salmo 42:3, ¨Mi alma tiene sed del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios?» Cuando otros nos rechazan, tenemos sed de aceptación que sólo Dios puede darnos. Nuestra sed es saciada cuando nos alejamos de los incrédulos y nos rodeamos de aquellos que están abiertos a lo que Dios está haciendo dentro de nosotros. Lo vemos a El cara a cara, cuando nos sumergimos en una comunidad, (incluyendo amigos personales cercanos) que son capaces de aceptar los dones que Dios nos ha dado para compartir.
¿Estás actualmente en una comunidad? Si no es así, levántate, aléjate de esta vida solitaria y únete a un grupo de oración carismático, a un grupo para compartir la fe, un grupo de Rosario o un grupo de Estudio Bíblico. Busca a aquellos que están trabajando duro en su propio crecimiento espiritual. Este tipo de persona es capaz de reconocer lo que Dios está haciendo en tu vida. Cuando otros te rechazan, corre hacia estos compañeros buscando alivio. Cuando tú necesites seguridad o ánimo, ellos serán capaces de dártelo.
¡Te garantizo que Dios tiene — ahora mismo — una comunidad de creyentes lista para ti!
A continuación: Ve más PalabrasVivas en Sufrimiento y Sanación >>
© 2002 por Terry A. Modica

Por favor, comparte esto con otras personas usando los íconos para las redes sociales al pie de esta página. O solicita una copia aquí, para imprimir con permiso para su distribución, a menos que arriba esté indicado que está disponible en Catholic Digital Resources.
Para usar en la iglesia, por favor ordénelo en: Catholic Digital Resources.
