¿Por qué Dios Permite el Mal?
Somos la luz del mundo
¿Dirías que Jesús era franco? ¿Dirías que cada vez que veía una necesidad que podía satisfacer, hacía algo al respecto? Cuando veía una oportunidad para darle amor a alguien, ¿lo hacía? Cuando había trabajo que hacer, ¿lo hacía? Cuando se encontraba ante una situación oscura, ¿ponía Su luz en ella? Cuando veía que alguien sufría a causa del mal ¿le ayudaba?
Ajá (te escucho cabecear afirmativamente). Y, ¿ha cambiado Él en los últimos 2000 años? Por supuesto que no.
Muy bien. Siguiente pregunta: ¿Esta Jesús viviendo dentro de ti?
¿Sí? (Si no estás seguro y has sido bautizado, con seguridad la respuesta ES sí. Si has hecho un compromiso consciente de tener en una relación personal con Él, la respuesta es un sí GRANDE.)
Muy bien, entonces ¿por qué dejaría Jesús de ser franco, ahora que Él está dentro de ti? ¿Por qué dejaría de satisfacer las necesidades de los demás, ahora que las puede llenar por medio tuyo? ¿Por qué dejaría de amar a alguien que te disgusta, ahora que Él está dentro de ti? ¿Por qué se negaría a hacer el trabajo del Padre, ahora que está dentro de ti? ¿Por qué no irradiaría su luz en el mundo oscurecido, ahora que Él puede brillar por medio de ti?
Jesús dice en Mateo 5, 13-16 que no tenemos que ocultar nuestra luz dentro de un cajón. Ya que Él está dentro nuestro, NOSOTROS somos la luz en el mundo moderno de hoy. En nuestros bautismos, recibimos Su luz. Al tomar la decisión personal de amarlo a Él, avivamos las llamas de esa luz. ¿Por qué esconderla?
La gente pregunta, “Si Dios es real, ¿por qué permite que exista el mal?” La respuesta es: porque NOSOTROS permitimos que el mal exista. Gracias a lo que sucedió en Pentecostés, nosotros, los cristianos, somos Su Cuerpo aquí en la tierra. Estamos llenos de la luz que destruye el mal, pero francamente, no estamos haciendo mucho al respecto.
Mantenemos a Jesús embotellado dentro de nosotros. Él quiere hablar fuerte, pero nosotros no queremos sentirnos avergonzados o criticados, así que sellamos Sus labios. Quiere satisfacer las necesidades de las personas a nuestro alrededor, por medio de los recursos que tenemos, pero no nos queremos involucrar, así que nos sentamos sobre Sus manos. Él quiere amar a las personas desagradables y antipáticas de nuestra vida, pero preferimos permanecer enojados con ellos, así que bloqueamos Su amor sanador. Él quiere derrotar al mal difundiendo Su luz de verdad, pero la escondemos dentro de un cajón.
En otras palabras, mantenemos cautivo a Jesús dentro de las botellas de nuestro egoísmo.
Ese es un sentimiento de gran vacío. Aunque estemos llenos de Jesús, si esta plenitud no nos lleva a nada, nos sentimos vacíos. Es como un grifo. Rodea con tus manos la llave de la cocina. Cuando el grifo está cerrado, la tubería está llena de agua, pero no la sientes. Deja que fluya el agua; ahora sientes su fuerza. De la misma manera, sólo podemos sentir la plenitud del amor de Dios y su poder en nosotros, cuando dejamos que fluya a los demás.
En 2 Corintios 1, 18-22, se nos muestra la importancia de que “sí, sea sí”. ¿Estamos verdaderamente comprometidos con Jesús? Si la respuesta es sí, significa que nunca le impediremos cambiar al mundo por medio de nosotros.
Señor Jesús, haz que sea unas piernas ágiles cuando Tú quieras ir a donde te necesitan. Conviérteme en unos brazos fuertes, cuando Tú quieras levantar a una persona lastimada. Hazme una boca abierta cuando Tú quieras hablar. Haz que sea un suave corazón cuando Tú quieras amar a los demás a través mío. Amén (que significa: ¡SÍ, así sea!)
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© 2001 por Terry A. Modica

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