Ángeles en Las Vegas
¿Estás listo para ser el mensajero de las Nuevas Noticias de Dios en todo tiempo y en todo lugar? He aquí la historia verdadera de alguien que fue de vacaciones a Las Vegas para estar con su familia, y se encontró exactamente en medio de una oportunidad para compartir el amor de Dios.
El sábado pasado por la noche, nos dirigimos a nuestra habitación para comer. En el último minuto, decidimos comer en la cafetería. Regresamos rápidamente y en cuanto entramos en el restaurante, nos topamos con un hombre que estaba promediando los 50 años. Nos preguntó si nos gustaría compartir una comida con él, ya que había acumulado tiempo compartido ~ no había ningún cargo por su comida y tres extras. Aceptamos. Cuando nos sentamos allí a comer con este extraño, me pregunté, «¿Por qué estamos aquí? Esto es extraño. Nunca lo hacemos.»
Era muy amable con nosotros. ¡Ordenó un montón de comida y empezó a hablar! Escuché, pero su manera de pensar y su vida eran tan tristes. Era negativo acerca de todo, desde su hermana hasta el hotel. ¡Qué infeliz estaba con el servicio! Dijo que ayer había ordenado la mitad del menú y luego se fue dejando todo en la mesa ~ sólo para irritar al personal.
Me di cuenta de que esta cena iba a ser más de lo que había imaginado, así que oré. Le pedí al Señor que ayudara a este hombre a través de mí, ¡y me ayudara a no abrir demasiado mi bocota! Mientras continuaba describiendo el incidente con la comida, le pregunté: «¿Disfrutaste eso? ¿Cómo te hizo sentir?»
Él dijo: «No fue bueno. ¡Me sentí estúpido!» Continuamos escuchándolo mientras nos compartía su triste vida. Era triste porque él parecía querer dar, pero era generoso con el fin de comprar amor. Dijo que había tantos regalos que él daba. Nosotros no éramos los primeros. Al parecer, durante toda su visita a Las Vegas, había estado dando regalos a todos los que conocía. Dijo que había tratado de dar entradas para un teatro a un par de mujeres y dijeron que no, querían el dinero en efectivo. Estaba tan ofendido.
Cuando la comida llegó, sugerí orar para dar gracias. Él contestó “Oremos al Dios casino”.
Fue entonces cuando supe que era el momento de compartir un poco mi fe y que la reunión no era una coincidencia. Yo le dije que tenía mi Dios y no era un Dios casino. Cuando habíamos terminado de comer él quiso pagar, le dije que no era necesario, que no tenía que comprar nuestra compañía. Traté de compartir con él que su acto de bondad era todo lo que necesitábamos. ¿Se daba cuenta de esto? le pregunté. Continuó hablando de su tiempo compartido, en lo que podría obtener de este hotel.
Firmemente dije: «¡Escucha, por favor!» Él se quedó en silencio. «No se trata de dinero. ¡Se trata de pasar tiempo con los demás y apreciar este tiempo ~ y nosotros lo apreciamos!»
Se veía desconcertado y continuó insistiendo en pagar. Mi marido dijo: «Escúchala a ella. No se trata de dinero, sino de amor. ¡Escucha lo que te está diciendo!» Luego le puso el dinero en la mano del hombre, y nos fuimos.
Al salir del café, dije al hombre, “¡Gracias! Por favor sé feliz, ¿está bien? ¿Puedes tratar de ser feliz?”
Él contestó, “Voy a tratar”. Nunca lo volvimos a ver.
La gracia estaba fluyendo. Toda mi familia se sintió vigorizada por el encuentro. A la mañana siguiente, uno de ellos dijo: «¡Tal vez él era un ángel!»
Le dije: «No, un ángel no sería tan triste y negativo.» Luego pensé que tal vez era una prueba. ¿Quién sabe? ¡Tal vez nosotros éramos los ángeles!
© 1998 por Rosie Bridges

Por favor, comparte esto con otras personas usando los íconos para las redes sociales al pie de esta página. O solicita una copia aquí, para imprimir con permiso para su distribución, a menos que arriba esté indicado que está disponible en Catholic Digital Resources.
