Tu Vocación Cristiana
«Cada vocación cristiana viene de Dios y es un don de Dios. No obstante, nunca es concedida fuera o independientemente de la Iglesia. En cambio, siempre surge en la Iglesia porque, como nos recuerda el Concilio Vaticano Segundo, ‘Dios ha querido hacernos santos y salvarnos, no como individuos sin lazos ni vínculos entre nosotros, sino hacernos un pueblo que le conozca y le sirva en santidad.'»
~ Papa San Juan Pablo II, Ve en Paz
Por favor, descarga libremente esta foto y compártela.
Este extracto del libro Ve en Paz: El Don de Perdurar en el Amor es, originalmente, de la Exhortación apostólica del Papa San Juan Pablo II PASTORES DABO VOBIS. Esto es lo que sigue en ese documento:
La Iglesia abraza, no sólo a todas las vocaciones que Dios le da a lo largo del camino de la salvación, sino que ella misma surge como un misterio de vocación, un reflejo luminoso y viviente del misterio de la Santa Trinidad. En verdad, la Iglesia, un”pueblo hecho uno por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,” lleva consigo el misterio del Padre quien, no habiendo sido ni enviado ni llamado por nadie (cf. Romanos 11,33-35) llama a todos a santificar su nombre y a hacer su voluntad; ella guarda dentro de sí, el misterio del Hijo, quien es llamado por el Padre y enviado a proclamar el Reino de Dios a todos y que llama a todos a seguirlo; y es la depositaria del misterio del Espíritu Santo, que consagra la misión de aquellos a quienes el Padre llama a través de su Hijo Jesucristo.
La Iglesia, siendo por naturaleza propia, una “vocación”, es, también la autora y la educadora de las vocaciones. Esto es así porque es un “sacramento”, un “signo” y un “instrumento” en el cual la vocación de cada cristiano es reflejada y vivida. Ella es así en su actividad, en el ejercicio de su ministerio de proclamación de la palabra, en su celebración de los sacramentos y en su servicio y testigo de la caridad.
Podemos ver, ahora, la dimensión esencial de la vocación cristiana: no sólo deriva “de” la Iglesia y su mediación, no sólo es conocida y llevada a la plenitud “en” la Iglesia, sino que, también, aparece necesariamente – como servicio fundamental a Dios – como un servicio “a” la Iglesia. La vocación cristiana, tenga la forma que tenga, es un don cuyo propósito es edificar la Iglesia e incrementar el Reino de Dios en el mundo.