¿Sabes qué decirle a tus seres queridos
no creyentes?
Lo siguiente fue escrito por A.M., un miembro anónimo de Good News Ministries. Cuando lo compartió con Good News Ministries, inmediatamente reconocimos el valor que podía tener para cualquier padre de un hijo adulto (y otros seres queridos) que están rechazando a la Iglesia y a la fe en Cristo. Oramos por nuestros seres queridos no creyentes pero nos preguntamos si hay algo que pudiéramos decir que pudiera inspirar la conversión.
Por lo tanto conseguimos el permiso de A.M. para compartirlo contigo. Confiamos en que el Espíritu Santo generará en ti ideas para tu propia familia.
Una Carta de una Madre a Su Familia
Quiero que todos sepan, antes que nada, cuánto los amo.
Siempre quise compartir con ustedes más de quién soy «realmente», especialmente con mis hijos, nietos, hermanos, hermanas y amigos cercanos a los que considero familia.
Como saben soy bastante religiosa. No siempre fue así. Fui criada en una familia muy religiosa y recibí una excelente educación en una escuela católica.
En mis 20 años me aparté de mi educación en la fe, como muchos hacen. Fue un tiempo de preguntarme y de dudar de todo. Y el hecho de que fuera en los años ’60 y ’70 no ayudó ucho. El mundo estaba en un caos (muy parecido al de hoy). Muchas tradiciones eran cuestionadas si no destruidas totalmente.
Yo estaba «llena de mí misma» y pensaba que me lo sabía todo. Yo pensaba que la vieja Iglesia Católica estaba desactualizada. Ya no la necesitaba más. Pensé que podía encontrar mi propia verdad y por mí misma. Como resultado, cometí algunos errores serios e hice algunas elecciones muy equivocadas. Muchas personas sufrieron por mis errores y elecciones erróneas: sobre todo mis padres y mis hijos.
Gracias a Dios, lentamente encontré mi camino de regreso. Atribuyo mi conversión de adulta a las oraciones de mi madre y, sobre todo, a la gracia y misericordia de Dios.
Ha sido un camino largo y estoy tan agradecida por todo porque, como dice la Biblia: «Sabemos que todas las cosas obran para el bien de aquellos que aman al Señor …» (Romanos 8, 28).
Y ciertamente Él me ha bendecido una y otra vez, de tantas formas que no merezco. Me ha dado una vida larga en la cual reconciliarme con tantas personas que herí. Más importante es que me he reunido con todos mis hijos adultos. Esto es algo que soñé pero nunca creí que pasaría.
Esto me lleva a algo que me gustaría mucho compartir con todos ustedes. Es decir, por qué amo tanto mi fe, mi Iglesia y mi religión.
Sé que muchos de ustedes piensan que es desproporcionado, extraño y, tal vez, incluso sencillo o supersticioso. Muchos de ustedes se preguntan por qué paso tanto tiempo en la Iglesia, en grupos de oración, rezando el Rosario y en la Capilla de Adoración.
Permítanme que comience diciendo que porque soy consciente de la gran batalla espiritual entre el bien y el que está teniendo lugar en el mundo, y esas son mis armas para protegerme a mí y a mis seres queridos y, espero, que los llevará a todos al Cielo conmigo algún día. Ahora realmente comprendo por qué mi madre oraba tanto por todos sus seres queridos durante toda su vida.
La batalla es real y si comprendieran el valor infinito de una Misa, un Rosario, una Hora Santa y todas las oraciones, estarían allí conmigo.
Una de mis amigas católicas más querida se casó con un protestante, pero nunca lo invitó a hacerse católico. Al final de su largo matrimonio, él le preguntó: «¿Por qué nunca me pediste que me hiciera católico?» Ella le dijo que no quería se lo hiciera para satisfacerla porque esa sería la razón equivocada. Uno debe llegar a esa decisión por su propio deseo. No obstante, la tragedia es que nunca fue invitado y eso podría haber hecho toda la diferencia. He escuchado muchas, muchas historias parecidas.
Por eso, mi punto en todo esto es que quiero que todos ustedes se consideren invitados por mí. No quiero jamás que alguno me diga, cuando esté en mi lecho de muerte: «¿Por qué no me invitaste?»
Dios les ama mucho más de lo que podrían imaginar. Él quiere la felicidad eterna para cada uno de nosotros. Hay algo importante que quiero que sepan sobre Dios. Él es un Dios Justo, pero también es un Dios misericordioso. Y su misericordia supera su justicia. Ha sido revelado que a todos se les dará una última oportunidad para aceptar a Dios cuando mueran, por eso, por favor, cuando llegue su momento de encontrarse con Jesús cara a cara, por favor abrácenlo como su Señor y Salvador. Su salvación y felicidad eterna en el Cielo depende de ello. Y, franca y egoístamente yo no quiero estar en el Cielo sin ustedes. Por eso, háganme ese último favor. ¿Bien?
Recuerden: la vida es corta, la eternidad es para siempre.
~ Tu Mamá, Tu Abuela, Tu Tía, Tu hermana, Tu Amiga.
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