La Parábola de la Modesta
Oruga Marrón
Había una vez, en un gran gran bosque, en la parte inferior de un árbol muy alto, una oruga de color marrón, obesa y blanda que se arrastraba a lo largo de la sucia y suave tierra oscura. Su nombre era Bumpadoo.
Lo curioso de Bumpadoo era que él no sabía que era una oruga. Pensó que era un gusano. Es por ello que se arrastraba en la parte inferior del árbol tan alto en lugar de trepar, subir al árbol, a las ramas y, por los tallos, hacia la luz del sol brillante y al banquete de abundantes hojas verdes.
Bumpadoo no siempre había vivido en la tierra. Mucho tiempo atrás, había seguido su verdadera naturaleza en el árbol y sobre las hojas y, mientras cenaba allí en el sol brillante, creció más grande, más gordo y muy feliz, como debería ocurrir por comer montones y montones de alimento verde. Pero un viento llegó, agitando las ramas de los árboles y sacudiéndolas poderosamente. Bumpadoo pensó que iba a caer. Bumpadoo pensó que iba a morir. Por lo que se escabulló por las hojas y por las ramas abajo de la corteza del árbol a la seguridad de la tierra tranquila, quieta y sucia.
En la tierra, se encontró con otras criaturas que se arrastraban donde a él le gustaba arrastrarse. Se identificaron ellos mismos como gusanos y, ya que a Bumpadoo le gustaba la tranquilidad y la quietud de la tierra sucia, comenzó a pensar que él también era un gusano. Con el tiempo, se olvidó de lo delicioso que habían sido las abundantes hojas verdes. Se olvidó de lo hermoso que el bosque lucía mirándolo desde muy arriba en el árbol muy alto. Y se olvidó de que había algo más en la vida que arrastrarse en la tierra sucia como los gusanos.
Un día triste y lluvioso, en la fangosa y tranquila tierra, Bumpadoo oyó de repente algo como un rebote, un ruido seco. Asomó la cabeza por el suelo para ver lo que había pasado y se encontró cara a cara con un gran gusano que se parecía a él – marrón, obeso y blando.
«¿Quién eres tú?» preguntó Bumpadoo.
«¡Oh! ¿Dónde estoy?» -exclamó el desconocido. «Yo estaba comiendo mi cena» dijo, «colgando, lo mejor que podía de la hoja húmeda y resbaladiza y un viento vino y me sacudió, me caí y aquí estoy, pero ¿dónde estoy?»
«¡Estás conmigo!» dijo Bumpadoo.
«Pero no sé tu nombre. ¿Podrías decirme cuál es? Yo soy un gusano y me llamo Bumpadoo.»
«Oh mil disculpas, me olvidé brevemente de mis modales,» dijo el desconocido. «Es un placer conocerte. Mi nombre es Faddawolladee. Soy una oruga y tengo que volver a subir a ese árbol, al lugar donde vivo.» Miró hacia arriba, arriba, arriba del árbol muy alto.
Bumpadoo se rió. «¿Una oruga dijiste? Pero luces igual que yo. Tú debes ser un gusano como yo.»
Faddawolladee volvió la mirada hacia Bumpadoo. Ella lo miró con atención. «Si, nosotros lucimos muy parecidos. Eso significa que tú no eres un gusano. Eso significa que eres una oruga.»
Bumpadoo sacudió la cabeza, con su gordo y blando cuerpo marrón y le dijo: «Tú y yo no podemos ser orugas. Las orugas son criaturas gloriosas que viven en los árboles en lugar de la tierra y que construyen capullos en las hojas y se convierten en mariposas magníficas. Tú eres sólo un gusano como yo. Ven, sígueme y te mostraré dónde encontrar un poco de tierra que realmente es agradable moverse en ella».
Faddawolladee respondió: «¡Oh no, amigo mío! Yo soy realmente una oruga. De hecho, estaba ya por construir mi capullo cuando de repente llegó esta tormenta y el viento y, como no pude sostenerme lo suficiente, me caí.»
Su actitud sorprendió Bumpadoo. «¡Qué arrogancia la tuya decir que eres una oruga!» dijo. «Estás diciéndome que eres mejor que yo y, sin embargo, eres igual a mí.»
Faddawolladee suspiró. «Tu no eres un gusano, mi amigo. Tú eres una oruga como yo. Tú deberías estar disfrutando del banquete de abundantes hojas verdes que están muy en lo alto del árbol. Voy ahora a comenzar el largo camino para subir hasta allí. ¿Por qué no te unes a mí? «
«¿Cómo puedes decir que no soy un gusano?» insistió Bumpadoo. «¿No ves que vivo y me arrastro y como de la tierra blanda? Y ciertamente no eres mejor que yo. ¡Tú no tienes derecho a reclamar que eres una oruga o pretender que algún día te conviertas en una hermosa mariposa!»
Faddawolladee miro en silencio a Bumpadoo por un minuto. Entonces, ella se volteó y empezó a arrastrarse hacia el árbol.
«Es un largo camino escalar hasta las hojas» dijo, «pero es un camino que debo tomar. No puedo obligarte a venir conmigo. No puedo hacerte creer que yo de verdad soy una oruga y que tú lo eres también. Yo sólo puedo decirte que para llegar arriba del árbol es un viaje muy largo desde aquí y que allá hay una abundancia de deliciosas hojas verdes y el sol es brillante, pero no puedo hacer que tú entiendas las delicias que hay para deleitarse. Vale la pena todas las dificultades para conseguir llegar allí. Te invito a venir – pero la elección es tuya».
Bumpadoo miró a lo alto, alto, alto en el techo de la selva. «¿No tienes miedo de caer de nuevo cuando vuelva un viento?» preguntó. «Un gusano que cree que puede vivir allí y comer allí y no caerse está viviendo una ilusión.»
Faddawolladee puso sus pies delanteros a la base del árbol. «La caída no es lo que debemos temer», dijo. «Mantenerse en la tierra después de la caída – eso es lo que debería hacernos temblar de motivación para hacer lo que tenemos que hacer para convertirnos en las mariposas que debemos ser.»
Y con un último vistazo a Bumpadoo, dijo, «No puedes ver el verdadero yo, tampoco puedes conocer al verdadero tú, a menos que hagas un buen intento con este árbol.»
© 2000 por Terry A. Modica
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Gracias por llevarnos a la palabra de Dios de una forma maravillosa !!!
¡Bendito sea Dios que nos abre los sentidos y nos conduce con su Amor!
EXCELENTE ENSEÑANZA, VOY A USAR ESTA PARÁBOLA CON MIS CATEQUISTAS. ¡¡GRACIAS POR COMPARTIR!!!!
¡Bendito sea el Señor por tu disponibilidad para enseñar la Palabra de Dios!
Que linda enseñanza !! Dios los bendiga!!