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¿Son los desastres naturales castigos realmente?

¿Son los Desastres Naturales
Verdaderos Castigos?

[ PalabrasVivas sobre Preguntas Frecuentes ]

Veamos lo que el Magisterio de Iglesia Católica enseña sobre el castigo de Dios, para ver si podemos responder a la pregunta: ¿Son realmente castigos divinos los desastres naturales?

El Papa Benedicto dijo en su homilía del Domingo 2 de Octubre de 2005:

El juicio que Isaías anunciaba se produjo en las grandes guerras y exilios de los que Asirios y Babilonios fueron responsables. El juicio anunciado por el Señor Jesús se refiere, sobre todo, a la destrucción de Jerusalén en el año 70.

Nota: estos fueron juicios sobre el pueblo de Dios que rompió su pacto con él y que rechazó a Jesús como su Mesías. Se refiere a los judíos de la historia bíblica.

Con este Evangelio, el Señor también está gritándonos las palabras que en el libro del Apocalipsis dirige a la Iglesia de Éfeso: «Si no te arrepientes, vendré y removeré tu lámpara de su puesto” (2, 5). La luz también se nos puede quitar y hacemos bien en escuchar esta advertencia en nuestros corazones con toda seriedad…

Esta sentencia es para quienes dicen creer en Jesús como Salvador, pero sus actos expresan lo contrario. Perdemos la luz de Cristo cuando elegimos vivir en la oscuridad pecando. Los cristianos que andan en las tinieblas, tropezarán y caerán en las fosas (es decir, en la destrucción) que ellos cavaron para sí mismos. No estamos hablando aquí de huracanes o desastres naturales. Tampoco estamos hablando de incrédulos inmorales, cuyos pecados están corrompiendo nuestra sociedad.

Juan nos ilustra el verdadero resultado final de la historia de la viña de Dios. Dios no falla. Al final él gana, el amor triunfa.

No es el castigo. El amor es lo que gana los corazones para Cristo e inspira la conversión a una vida santa.

De la muerte del Hijo surge la vida, surge una nueva construcción, una nueva viña.

Este es el Nuevo Pacto, el Nuevo Testamento de la relación de Dios con su pueblo. Esta es la transición. Dios no cambió, no fue primero un castigador en el Antiguo Testamento y luego se convirtió en el Señor Bueno en el Nuevo Testamento. Su misericordia siempre estuvo presente durante el Antiguo Pacto y su ira aún está presente en los libros del Nuevo Testamento y hoy, en nuestra vida del Nuevo Testamento de hoy. Sin embargo, desde el principio, en el Génesis, Dios siempre tuvo la intención de cambiar sus tácticas en el trato con los pecadores, basado en el día en que Jesús cargaría sobre sí todos los pecados del mundo de todos los tiempos y de todos los seres humanos, clavándolos en la cruz y dejándolos morir con él.

Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes; Él soportó el castigo que nos sana… (Isaías 53, 4-6.)

Entonces, ¿la Iglesia Católica advierte que los desastres naturales son los castigos de Dios hoy en día?

Las autoridades de la Iglesia nos enseñan lecciones importantes de los castigos de los días del Antiguo Testamento. Los escritos de la Iglesia también mencionan castigos en lo que respecta a nuestras muertes, “el juicio eterno del que nadie puede escapar» por el cual nosotros, los cristianos, tenemos «conciencia de las faltas cometidas y la posibilidad del castigo divino», mientras confiamos «con fe en la divina misericordia y con la certeza del amor de Dios como padre que quiere la salvación eterna de cada uno» (ver el mensaje del Ángelus del Papa Juan Pablo el Grande del Domingo 11 de Junio de 1989).

La Iglesia también habla de la disciplina del Señor, cuando Dios usa las dificultades de la vida para enseñarnos cómo vivir en una mayor santidad. Juan Pablo II predicó sobre esto durante la Audiencia General del Miércoles 25 de Julio de 2001 usando el texto del libro de Tobías del Antiguo Testamento:

[Tobías] intenta responder la pregunta que el pueblo de Dios [los Judíos del Antiguo Testamento], disperso y probado, se está planteando: ¿por qué Dios nos trata así? La respuesta surge tanto de la justicia como de la misericordia divina: «Los castiga por sus injusticias, pero les mostrará misericordia a todos ustedes” (versículo 5). El castigo aparece así, como una especie de pedagogía divina, en la cual la última palabra está reservada a la misericordia: «Él castiga y luego muestra compasión, hunde hasta las profundidades del mundo inferior y los saca del gran abismo.» (Versículo 2)….

El pecado es una tragedia, no sólo porque atrae los castigos de Dios sobre nosotros, sino porque lo desterramos a él de nuestros corazones.

Y para su Audiencia General del miércoles 24 de abril de 2002 escribió:

Como siempre sucede en la historia de la salvación, la última palabra en el contraste entre Dios y su pueblo pecador, no es el juicio y el castigo, sino el amor y el perdón. Dios no quiere juzgar y condenar, sino salvar y liberar a la humanidad del mal.

Una observación interesante sobre nuestra naturaleza humana

¡Parece que nosotros estamos más interesados que Dios en ver que los pecadores reciban el castigo que se merecen! ¿Por qué queremos que un huracán o un terremoto sean la prueba de que Dios está actuando contra los pecadores? ¿Por qué es tan importante para nosotros que un desastre natural sea enviado por Dios? ¿Es nuestra ira la que se revela por las heridas que hemos experimentado? ¿Es un indicio de que todavía necesitamos más sanación y que tenemos que perdonar a alguien?

Algunos cristianos señalan a Nueva Orleans como un antro de perdición y afirman que esta es la razón por el cual el huracán Katrina en 2005 fue tan destructivo. ¿Por qué es que realmente queremos pensar que Dios retuvo su misericordia y protección a los buenos cristianos que vivían allí? ¡Él fue más misericordioso que eso en el Antiguo Testamento cuando destruyó Sodoma y Gomorra! Recuerda que Él le dijo a Abram que no lo destruiría si diez buenas personas vivían allí.

Si Dios usa fuerzas terribles de la naturaleza para destruir a los malhechores, ¿por qué fueron los pobres el objetivo del huracán Katrina y del terremoto en Pakistán? No es pecado ser pobre. Los pobres son a menudo más santos que los cristianos ricos. Jesús nunca condenó a los pobres. ¿Por qué los condenamos en su nombre al afirmar que la devastación fue la voluntad de Dios?

¿Y cuáles son los castigos que el Papa Juan Pablo II hace referencia en esta homilía del 25 de julio 2001? Él no lo específica aquí, pero si lo explicó con más detalle el 29 de septiembre de 1999, al enseñar sobre el valor de las penitencias después de la Confesión:

La persona debe ser gradualmente «sanada» de los efectos negativos que el pecado ha causado en él (lo que la tradición teológica llama los «castigos» y los «remanentes» del pecado).

… El amor paternal de Dios no excluye el castigo, incluso si este último siempre debe entenderse como parte de una justicia misericordiosa que restablece el orden violado por el bien del propio hombre (cf. Heb 12, 4-11).

En este contexto la pena temporal expresa la condición de sufrimiento de aquellos que, a pesar de reconciliarse con Dios, aún están marcados por los «restos» el pecado que no los dejan totalmente abiertos a la gracia. Precisamente por el bien de la sanación completa, el pecador está llamado a emprender un camino de conversión hacia la plenitud del amor.

En este proceso, la misericordia de Dios viene en su ayuda de manera especial. La pena temporal en sí, sirve como «medicina» en la medida en que la persona permita que se le desafíe a emprender su propia conversión profunda. Este es el significado de la «satisfacción» requerida en el sacramento de la Penitencia.

Así sabemos que el castigo temporal (es decir, terrenal, en lugar de castigo eterno después de la muerte) es el daño causado por el pecado. Es la multa por velocidad que tenemos que pagar después de haber sido detenido por violar una ley de tránsito. Dios nos permite cosechar lo que hemos sembrado. Es la inundación adicional después del huracán Katrina causado por los diques que no pudieron soportar las fuertes lluvias ya que el dinero de reparación se había gastado para construir carriles para bicicletas en la parte superior de los diques. Dios permite que toda la comunidad coseche lo que algunos líderes civiles sembraron con sus malas decisiones, no porque toda la comunidad  lo merezca, sino debido al efecto de la onda natural que tiene cualquier pecado, extendiéndose a un sin fin de personas. 

El pecado y los errores humanos causan penas temporales, sin importar si lo merecemos o no.

Sabemos que las personas crean sus propios desastres cuando toman malas decisiones y cuando pecan. Dios permite que la gente coseche lo que siembran – es una ley espiritual – para que puedan aprender de sus pecados y arrepentirse. Estos son sus castigos, personales y auto infligidos. Dios prefiere que se arrepientan de una manera más fácil. Dios hace todo lo posible para ayudarles a arrepentirse más fácilmente. Él es misericordioso.

La Iglesia enseña activa y enérgicamente que debemos ser buenos administradores de toda la creación de Dios. La Iglesia culpa a los seres humanos de los desastres naturales, no a Dios, cuando son causados por la codicia, la pereza, la contaminación, los deshechos o la falta de preocupación por los pobres, etc.

El 25 de septiembre de 2005, el Papa Benedicto XVI pidió oraciones y la ayuda para los afectados por los huracanes en Estados Unidos y por otros desastres naturales en todo el mundo.

Después de recitar el Ángelus al mediodía, con las multitudes, dijo: «Nuestros pensamientos son especialmente por aquellos que se ven afectados por los desastres naturales en los Estados Unidos y otras partes del mundo.”

«Los invito a unirse en oración al Señor por todos los que sufren, por las víctimas y sus seres queridos y por los trabajadores de rescate. Que Dios les conceda consuelo y fortaleza en sus pruebas.»

En conclusión

Al decir que los huracanes y otros desastres naturales son un castigo de Dios, estamos alejando a la gente de él. ¿Quién quiere abrazar a un Dios enojado? Más bien, estamos llamados a imitar a Jesús, quien mostró a todos cómo era Dios al amarlos. Él no predicaba, «Arrepentíos, porque el desastre está cerca» como los profetas del Antiguo Testamento. En cambio, él predicó, «Ama a tus enemigos. Haz el bien a los que te persiguen. Haz un esfuerzo mayor por ellos.»

Como dice 1 Pedro 4, 8: «Sobre todo, ámense profundamente porque el amor perdona una multitud de pecados.»

© 2005 por Terry A. Modica


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