¿Por qué ir a un sacerdote
por Confesión?
[ PalabrasVivas sobre Preguntas Frecuentes ]
Pregunta:
Si Dios escucha y responde nuestras oraciones, podemos confesar nuestros pecados directamente con Dios; ¿por qué ir a un sacerdote católico?
Respuesta:
Dios siempre nos perdona cuando vamos directamente a él, uno-a-uno, pero Cristo también proporciona gracias especiales extras cuando vamos a Dios pidiendo perdón en el contexto del Sacramento de la Iglesia. Un sacramento es una intervención divina directa de Cristo dada a través de los apóstoles, llamados a ser sus representantes.
Todo lo que hacemos produce olas en el río de la vida que llegan mucho más allá de lo que podemos ver. Incluso nuestras pequeñas buenas acciones hace una amplia diferencia. Por lo tanto, nuestros pecados también. Entonces, Dios ha dejado un medio para lidiar con los efectos multiplicadores del pecado.
Es imposible para nosotros ir a cada persona que merece nuestra disculpa. Por lo tanto, en la gran misericordia de Dios, nos da una forma de lograrlo: el sacerdote de la Iglesia representa a todos aquellos que han sido afectados por nuestros pecados.
Jesús está presente en el sacerdote y, cuando vamos a Jesús en esa forma, la absolución de nuestros pecados proviene, no sólo de Cristo, sino de todo el Cuerpo de Cristo en la tierra, es decir, la Iglesia – cada miembro del cuerpo – que está representado por la presencia del sacerdote en el confesionario.
[El Sacramento de la Penitencia] es un milagro de gracia, tanto para el sacerdote como para el penitente. En ningún lugar y en ninguna función, me parece a mí, el sacerdote representa al Señor en Su carácter Divino más literalmente que en este Santísimo Sacramento. Es realmente una maravilla cómo dos almas, extraños totales uno para el otro, pueden ser tejidos instantáneamente, con santos lazos de amistad, tan cercanos, tan sinceros, tan sagrados. Siervo de Dios Isaac Hecker (1819-1888), fundador de los Padres Paulistas
En nuestro mundo individualista, hemos perdido de vista nuestra interconexión. Hemos olvidado qué significa creer en la comunión de los santos, a pesar de profesarlo a menudo cuando recitamos el Credo de nuestra Fe.
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Durante los tiempos bíblicos las personas entendían que eran parte de un todo mayor. En el Antiguo Testamento, cuando una persona desobedecía a Dios, toda la comunidad era castigada. Pensamos que eso es injusto. ¿Por qué tendrían que sufrir todos por la culpa de uno? Jesús respondió esa pregunta cuando él, un sólo hombre, sufrió por todos y nosotros, que pertenecemos a Cristo, estamos conectados con todos los que pertenecen a Cristo. La realidad es que estamos todos conectados unos con otros.
Dios es un Dios de reconciliación. Nos la da como un sacramento para que podamos recibir, directamente de Jesús, la sanación que nos une nuevamente a su Divinidad y a cada miembro de su Cuerpo terrenal.
En el Sacramento de la Confesión, nos damos cuenta que nos hemos apartado de Dios y de los demás. En la Confesión, el sacerdote representa a Cristo y a toda la Iglesia, acepta nuestro arrepentimiento y pronuncia la absolución de nuestros pecados (lo cual es psicológicamente beneficioso escuchar una voz real en lugar de la voz de Dios en nuestros corazones, la cual suena como nuestra propia voz interior.
A través de esta experiencia comunitaria, persona a persona, de confesión y absolución de nuestros pecados, somos reconciliados con todos. Tal vez tengamos que disculparnos con individuos puntuales para enmendar lo hecho pero, en este sacramento, Cristo borra la división causada por nuestros pecados.
Incluso, cuando las personas que hemos herido siguen aún enojadas con nosotros y no quieren perdonarnos, el poder del Sacramento de la Confesión a través del sacerdote que representa a toda la Iglesia, nos da el efecto, en nuestro espíritu, de estar reconciliados con esas personas.
Recuerda, cuando vamos a un sacerdote, no es el sacerdote quien, en realidad, otorga el perdón. Es el Padre quien perdona los pecados. Es Jesús quien da el perdón. Y es el Espíritu Santo quien nos santifica y capacita para ir y no pecar más.
En el confesionario, el sacerdote es (como dijimos antes) la presencia de Jesús y de todo el Cuerpo de Cristo (la Iglesia). La absolución que él pronuncia es una acción de su Espíritu Santo y esto es más que la simple remoción de la culpa; el sacramento – porque es un sacramento – nos proporciona el don de una gracia especial del Espíritu Santo, el cual nos da un poder sobrenatural para reemplazar el vicio pecaminoso con la virtud santa que nos ayudará a evitar ese vicio en el futuro.
El Papa Juan Pablo II dijo en 2002: «El Sacramento de la Reconciliación es uno de los instrumentos más efectivos para el crecimiento personal. En él, el Buen Pastor, mediante la presencia y la voz del sacerdote, llega a cada hombre y mujer entrando en un diálogo personal que implica escucha, consejo, consuelo y perdón… Todos los que reciben la absolución sacramental deberían ser capaces de sentir la calidez de esta atención personal. Deberían experimentar la intensidad del abrazo paternal ofrecido al hijo pródigo: «Su padre… lo abrazó y lo besó» (Lucas 15, 20) [Mediante la voz del sacerdote] deberían poder escuchar esa voz cálida y amigable que hablo al recaudador de impuestos, Zaqueo, llamándolo por su nombre, a una nueva vida (cf. Lucas 19, 5).»
ACTUALIZACIÓN: Febrero 19, 2014
El Papa Francisco habló sobre este tema durante su audiencia general en la Plaza San Pedro. Dijo: «La comunidad cristiana es el lugar en el cual la presencia del [Santo] Espíritu se siente, renueva corazones en el amor de Dios y reúne a todos los hermanos como uno sólo en Jesucristo.» Continuó: «Por esta razón, no es suficiente pedir el perdón del Señor en nuestras propias mentes y corazones, sino que también es necesario humilde y confiadamente confesar nuestros pecados a un ministro de la Iglesia.»
El Papa Francisco también explicó que el sacerdote representa a Dios (es decir, sirve como instrumento de Dios) y a toda la comunidad en su totalidad. Agregó que cualquier persona que se confiesa sólo con Dios, debería recordar que nuestros pecados son cometidos, también, contra nuestros hermanos y hermanas y contra toda la Iglesia, siendo así necesario también pedirles perdón a ellos, mediante el sacerdote.
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© 2011 por Terry A. Modica
Patricia dijo: «Excelente y ciertamente nos da plena conciencia de la Gracia Santificante de la reconciliación con Dios y Su Iglesia, recibida de Jesús a través del sacerdote. No sabía que incluía el cuerpo de la Iglesia – qué revelación – qué sanación – ¡qué gracia! Pero, como La Iglesia es la Novia de Cristo, entonces, ¡¡¡la unidad y la gracia no pueden ser disueltas o dejadas de lado!!!
alive4anyreason dijo: «Yo pensaba así: Dile, directamente, a DIOS, pero me di cuenta que seguía teniendo remordimientos, preguntándome si realmente había sido perdonado. PERO ahor, después de ir a la Confesión, estoy muy seguro de haber sido perdonado. Cuando recibo la Santa Comunión, ya no siento manchas de pecado. Eso realmente ayuda.»
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Desde que estaba en la escuela intento practicar mi fe cristiana en la Iglesia Católica y debo atestiguar que nada ha resultado más gratificante para mi y nada atesora más mi corazón que los momentos de fe compartidos intensamente con mis compañeros de comunidad (especialmente con los pobres). También he tenido momentos de oración muy intensa a solas con Dios, pero, al menos en mi experiencia, nada fortalece y llena de sentido mi esperanza cristiana como la que comparto en comunidad.
La confesión con un sacerdote es una parte importante de esa comunión con la Iglesia y por tanto con el mismo Jesucristo.
¡Gracias Jorge por compartir tu experiencia con nosotros!