Misterios Luminosos para la Conversión del Mundo :
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Cuarto Misterio Luminoso

LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS

El Misterio Luminoso por excelencia es la Transfiguración, que se cree, tradicionalmente, que tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad brilla desde el rostro de Cristo mientras el Padre les ordena a los asombrados Apóstoles: «escúchenlo» (cf. Lucas 9, 35 y paralelos) y que se preparen para experimentar con él, la agonía de la Pasión, para llegar con él al gozo de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo.  (Papa San Juan Pablo II, El Rosario de la Virgen María, pár. 21)

Jesús se llevó a Pedro, Juan y a Santiago y subieron a la montaña a orar. Mientras estaba en oración, su rostro cambió su apariencia y sus ropas se tornaron blancas y brillantes. Dos hombres conversaban con él, Moisés y Elías, en apariencia gloriosa y hablando del éxodo que estaba por cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban adormecidos pero, despertándose, vieron su gloria y a los dos hombres parados junto a él… Mientras aún estaba hablando, una nube los cubrió con su sombra y se aterrorizaron cuando entraron en la nube. Luego, desde la nube escucharon una voz que dijo: «Este es mi Hijo elegido; escúchenlo.» (Lucas 9, 29-35)

Padre nuestro, que estás en el Cielo, Santificado sea Tu Nombre. Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

La luz no creada de la gloria en Cristo Jesús está también dentro de ti. Se revela al mundo cada vez que sufres por amor a los demás y ofreces tu dolor a Jesús para su sanación y redención. Al hacer el bien cuando es difícil, te purificas de tu propio pecado y tu luz crece con más fuerza. Así, tan cercanamente unido a Jesús, entras en el gozo de Su resurrección.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo;
bendita Tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
(10x)

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo;
como era en el principio,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
¡Amén!

Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados,
sálvanos del fuego del infierno
y guía a todas las almas al Cielo,
especialmente a aquellas que necesitan más de Tu Misericordia.

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