¿Por Que Debemos Sufrir?
Por un tiempo tuvieron que ser afligidos con varias pruebas. Esto ha sucedido para que su fe — de mayor valor que el oro, que se deteriora aunque esté refinado por el fuego — pueda ser probada como genuina y resulte en alabanza, gloria y honor cuando Jesucristo sea revelado. (1Pedro 1, 5-7 NIV).
Todo parecía ir sin problemas ~ finalmente. Como co-directora de la Escuela de Evangelización de Good News Ministries junto con mi esposo Ralph, me acostumbré a ser desafiada por los problemas que amenazaban con interrumpir la escuela semanal.
Primero había sido la boda. Íbamos a clausurar nuestra ceremonia de graduación a las 3:00pm el sábado, por lo que la iglesia estaría libre para ser usada para la fiesta de la boda. Pero, como mi equipo de voluntarios y yo llenamos los paquetes de los estudiantes el día antes de que comenzara la escuela, pensando que todo estaba bajo control (sabiendo que esa confianza siempre es una ilusión), sonó el teléfono.
«Tienes que terminar tu escuela más temprano,» dijo la voz de la mujer que me saludó. «El banquete de boda necesita la iglesia mucho antes.»
«Nosotros no podemos terminar antes,» dije, preguntándome acerca de mi capacidad para usar la máscara de servidora cristiana calma y amorosa. «Todo está preparado. Tenemos que eliminar una de las enseñanzas, pero eso no es justo para los estudiantes.»
«No tienes opción.»
Siempre hay opciones, pensé. ¿Dios? ¿Cuál es tu opción?
Le dije a la coordinadora de la boda: «¿Qué tal si utilizamos una habitación diferente en la iglesia?»
«Cuál?»
«Bien, las aulas son demasiado pequeñas. Podríamos utilizar el comedor, aunque eso significaría que tendríamos que limpiar después del almuerzo antes de comenzar la clase final.»
«No sirve. La gente en la boda podría escucharlos. La pared entre el comedor y el santuario es demasiado delgada».
«¡Dejemos que la fiesta de bodas sea evangelizada por lo que oyen!» Disparé. Oh no, mi máscara se estaba deslizando.
«Eh, comprendo su dificultad, pero–.»
No señora, pensé. ¿Qué Dios? Uy. ¿Tú dices que entiende, que está tratando de hacer su trabajo? Lo sé, pero Dios, tú sabes lo importante que es esta Escuela de Evangelización. ¡Es tu escuela! ¡Tú la fundaste! ¿Qué quieres que haga con este problema?
La coordinadora de la boda sugirió: «¿por qué no usan las aulas de arriba»?.
Mi mente destelló: pero, pero ~ ¡no quiero ser servicial! ¡Estoy cansada de ser servicial! ¿Por qué no puede alguien ser el complaciente para variar? Esto no es justo, Dios. Las aulas son demasiado pequeñas. Sin duda, podríamos abrir los muros divisorios y tres aulas se vuelven una, pero sería un salón largo, largo, hacia los lados. Desde luego, es viable, pero ¿qué pasa si alguno de los alumnos tiene problemas con las escaleras? Tenemos que preocuparnos por los discapacitados. Sin duda, es sólo para una enseñanza y la ceremonia de clausura, pero…
«Bueno, vamos a utilizar esas aulas en planta alta,» concedí. «Sólo esta vez.»
Problema solucionado. Y luego llegó la siguiente llamada telefónica.
«¿Se enteró del feligrés fallecido?» preguntó el portador de buenas noticias.
«Sí, pero eso no debe interferir en nuestra escuela,» dije.
«Los organizadores del funeral necesitan la iglesia para velarlo».
«¡El velatorio! No puede ser. Los velatorios son siempre llevados a cabo en las funerarias.»
«No esta vez.»
Oh, no. Aquí vamos de nuevo, Dios. ¿»Cuando es el velatorio?»
«El martes, a la misma hora que el comienzo de su escuela.»
Lloré en el hombro de mi marido. Como co-director conmigo, Ralph debe sufrir con este problema, pensé. Ralph, sin embargo, vio la solución fácilmente.
«Daremos las sesiones de apertura en las aulas. Y, ya que estas salas serán para la apertura, podremos quedarnos allí toda la semana.»
«¿Qué pasa si llegan estudiantes con discapacidad?» Le pregunté. No quería que Ralph asumiera que la dirección de la escuela era tan fácil.
«Se han registrado personas discapacitadas?» contestó.
«No».
«Pues bien. Dios sabía que tendríamos que usar las aulas, así que si El envía a la escuela a alguien que no puede subir escaleras, ese es su problema, ¿no? ¿Por qué nos debería preocupar algo que no podría suceder?»
Con esto cubierto, la escuela procedió sin ningún problema. Llegaron los alumnos, los profesores atrajeron su atención, las comidas preparadas a tiempo y yo me recliné hacia atrás y sonreí. Dios estaba haciendo Su trabajo y la vida de las personas estaba siendo transformada. Todo parecía ir sin problemas, finalmente.
Me tomé un tiempo para sentarme en la iglesia y dar gracias al Señor.
«¡Esta escuela es impresionante, Dios! Y estoy asombrada que me hayas dado el privilegio de ser parte de ella.
¿Te gusta servirme, verdad Mi Querida hija?
¡Sí, Señor! He dedicado mi vida a servirte. Ayúdame a hacerlo aún mejor.»
¿Estás dispuesta a sufrir para ser un mejor ministro de mi pueblo?
«No».
No me llevó mucho tiempo saber la respuesta. ¿Sufrir? ¡A nadie le gusta sufrir y seguramente a mi tampoco! ¿Qué tenía Dios en mente? ¿Quemar mi casa? ¿Mi esposo se mataría en un accidente de autos? ¿Alguno de mis dos hijos adolescentes padecería alguna horrible enfermedad? Hasta ese momento de mi vida, había logrado escapar de cualquier tipo de desastre. Otras personas no y no quiero ser una de esas «otras personas».
La importancia de evitar el sufrimiento había sido inculcada cuidadosamente en mí desde que era un niña a quien le cambiaban de pañal cada vez que la carga era pesada. En nuestra cultura, estamos bien entrenados para rehuir del dolor.
Sin embargo, Romanos 5, 3-5 (NVI) dice: «nos regocijamos en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia el carácter; y el carácter, esperanza. Y la esperanza no defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sidodado.»
¿Regocijarnos en nuestros sufrimientos? Durante muchos años, había tenido problemas para entender las escrituras. Y mientras tenía problemas con ello, aprendí más sobre el poder milagroso del sufrimiento. El milagro más grande es la capacidad de regocijarse aun en medio del más agudo dolor, pero hay muchas maravillas que surgen por nuestros sufrimientos.
Nuestras vidas pueden ser destruidas por el dolor, o pueden mejorar. El milagro sucede cuando nos alejamos de la destrucción y encontramos la sanación de Dios. También los milagros existen cuando nuestros sufrimientos cambian, no sólo a nosotros, sino también al mundo que nos rodea. Estos milagros son posibles sólo porque «Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo». Él sabe cómo nos sentimos. Entiende por qué sentimos de esta manera. Comparte nuestros sufrimientos. Y él siempre está en medio de un gran plan que transformará las cosas malas que nos suceden en hechos verdaderamente milagrosos.
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© 1997 por Terry A. Modica

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