¿Por qué te condenas?
Cuando Jesús sufrió y murió en la cruz, llevó consigo nuestros pecados para que pudieran ser clavados en la cruz y murieran con Él. Todos sabemos esto. Es catecismo básico. Así que, ¿por qué somos tan rápidos para juzgarnos y golpearnos por lo que no nos gusta en nosotros? Cuando Jesús murió, también murió la condenación del Padre hacia aquellos que quieren vivir con Él en el cielo eternamente.
Piénsalo.
Si Jesús cargó con todo nuestro juicio sobre sí mismo, ¿quién nos puede condenar ahora? Jesús murió mucho antes de que llegáramos. Y Jesús resucitó de entre los muertos mucho antes de que viniéramos a este mundo. Una vez que hemos sido bautizados en el Señor, la condenación es cosa de nuestro pasado – nuestro pasado lejano.
¿Cómo, entonces, podemos condenar? ¿Cómo podemos condenar a alguien a quien Jesús ama? No hay nadie a quien Él no ame. ¡Incluyéndonos especialmente a nosotros! Jesús fue a la corte por nosotros. Él se paró delante del Padre y oyó todos los juicios contra nosotros – Jesús sabía mucho antes de que naciéramos todos los pecados que cometeríamos. Mientras veía caer el martillo, sabía: «Estás siendo crucificado por ello».
«Condenado a muerte» por nosotros. Ya no podemos ser condenados, ¡porque ya no somos condenables! Hé aquí una canción a través de la cual Jesús desea asistirte:
¿Por qué perdemos tiempo condenándonos a nosotros mismos? Dios no nos condena. No podemos amar a los demás incondicionalmente si primero no podemos amarnos a nosotros mismos de esta manera. Si tomamos la decisión de dejar de condenarnos a nosotros mismos por ser menos que perfectos, entonces podemos entrar en el amor incondicional que Dios tiene por nosotros. Entonces podemos experimentar el mismo amor que Jesús dice que es el segundo mandamiento más importante: «Ama a los demás como a ti mismo.»
El amor a uno mismo debe ser alcanzado antes de que podamos salir y amar a los demás. El primer paso hacia el amor a uno mismo es hacer un esfuerzo consciente para dejar de condenarnos a nosotros mismos por lo que somos. Dios nos hizo; ningún hombre es un «hombre hecho a sí mismo» – eso es simplemente la vieja arrogancia humana hablando. Y sin embargo, el hombre que afirma esto, si es un creyente en Cristo, no es condenado por Dios por pensarlo o decirlo.
Dios no nos condena por nada. No tenemos derecho ni causa para condenarnos a nosotros mismos. Cada vez que lo hacemos, estamos levantando la nariz al Cristo Crucificado. Estamos diciendo que lo que EL hizo por nosotros, cargando el castigo del mundo renunciando a SU vida, no fue suficientemente bueno.
Jesús dijo que el regalo más grande es dar la vida por un amigo. No hay mayor regalo. Jesús nos dio el mejor regalo que había para dar. No sólo era Él nuestro amigo, sino que era un amigo sin pecado – libre de pecado hasta que EL fue colgado en esa cruz. Ese día, EL se convirtió en el hombre más lleno de pecado que jamás caminó o caminará por la tierra. Ninguna otra persona tiene ni puede tomar sobre sí mismo tanto pecado. ¡Qué arrogantes somos al condenar a alguien por algo por lo que Jesús ya murió!
Deberíamos abolir la palabra «condenar» de nuestros labios a menos que estemos contando la historia de Jesús y cómo Él tomó nuestra condenación por nosotros. Es la única vez que la palabra debe aparecer en nuestros comentarios y en nuestras actitudes. El mundo nos condena a nosotros porque está condenado, pero nosotros no somos del mundo. Si hay algo de lo que el pueblo de Dios está libre, es de esto: ya no estamos condenados. Es hora de detener esta fútil actividad autodestructiva y encontrar cosas más divinas que hacer con nuestro tiempo, pensamientos y talentos.
La auto-condenación es la manera más inútil de gastar nuestro tiempo si somos cristianos. Detengamos esta guerra dentro de nosotros mismos y dejemos que el amor de Dios por nosotros tome su lugar legítimo. Después de todo, ¡Jesús ciertamente lo ha ganado por nosotros!
A continuación: Ve más PalabrasVivas en Sufrimiento y Sanación >>
© 2001 por Nancy Gardner Viola

Por favor, comparte esto con otras personas usando los íconos para las redes sociales al pie de esta página. O solicita una copia aquí, para imprimir con permiso para su distribución, a menos que arriba esté indicado que está disponible en Catholic Digital Resources.
