Semana Santa en la Tierra Santa
Dentro de la iglesia está la roca sobre la cual Jesús se arrodilló y oró.
Yendo un poco más allá, puso su rostro en el suelo y oró: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa. Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.» (Mat. 26, 39)
¡Padre mío en los Cielos! Si tan sólo yo pudiera decirte lo mismo cuando no quiero sufrir persecusiones y otras dificultades que las personas me causan. «No mi voluntad sino la Tuya.» Pero quiero escapar de estas pruebas. Presumo que todo sufrimiento es malo y que tengo el derecho de deshacerme de él – y deseo deshacerme de las personas que me causan esos sufrimientos. Señor Jesús, ayúdame a ser como Tú y ayúdame a desear sufrir la pasión por amor a los demás, a costa de deponer mis propios deseos y mi propio confort por su bien, porque esto es verdadero amor. Y esto es redención. Jesús, Tú fuiste hecho perfecto a través del sufrimiento (cf Heb 2, 10), por lo tanto seré purificado si deseo sufrir por amor a otros. ¡Auch! ¡Amén!