[ PROFUNDIZA TU FE ]
Una reflexión sobre la fe de Erasmo Passaro
La fe te hace humilde a tal punto que siempre estás por debajo de Dios y nunca sobre él.
Es la luz del sol que brilla en la luna desolada de nuestras imperfecciones y nuestros fracasos y los sana, los redime y los transforma en la radiante luz del amor y la misericordia de Dios que brilla en la eternidad.
Permite y aumenta la gracia al abrir nuestros corazones a los demás y a la voluntad de Dios, lo que a su vez aumenta la fe.
Mientras que no puede ser completamente entendida, sí nos da una comprensión de la vida y de nuestro propósito.
La fe es la puerta al amor, la esperanza y la misericordia.
La duda no es su enemiga, sino que la fortalece. En contraste con la certeza, que con frecuencia conduce a la rigidez, la intolerancia y la auto-justificación, la duda humilde profundiza la fe y aumenta nuestra dependencia de Dios.
No es enemiga de la razón; ella bendice el conocimiento con sabiduría, discernimiento y humildad.
Nos hace conscientes de nuestra pequeñez, que a su vez fomenta la grandeza.
La fe nos hace disminuir (nuestro ego) y hace que la verdad y el amor caritativo (no el amor egoísta) hacia los demás aumente.
La fe nos da el valor de compartir nuestros dones, ya que el único legado que dejamos es lo que hemos regalado, no lo que hemos tomado.
Las obras construidas sobre la fe tienen un fundamento que dura para siempre porque son para el mayor bien y no para el yo.
La fe rompe los muros y construye puentes: nos enseña a tratar a cada persona con dignidad, respeto y amor incondicional y a aceptar la pluralidad y las coincidencias entre nosotros y con los que vivieron antes que nosotros.
La fe es una paradoja; cuanto más abandones el control a la voluntad de Dios, mayor es el control que obtienes, más obediencia (corazón que escucha) tienes, más libertad recibes.
La fe permite un temor reverencial que nos coloca en el tercer lugar, el amor por Dios primero y segundo el amor por los demás.
La fe conduce a la gratitud por los inmensos dones y las relaciones que hemos recibido.
El hombre no fue hecho para la fe (es decir, para probar que poseemos la verdad o para mostrar nuestra grandeza), la fe fue hecha para que el hombre/mujer sean hechos a imagen de Dios, cultive los dones únicos que se nos han dado e inspire lo siguiente : Sabiduría, comprensión, fortaleza, reverencia, integridad, sinceridad, humildad, amor, esperanza, paz, paciencia, bondad y generosidad.
La fe nos hace responsables haciéndonos cada uno las preguntas importantes de la vida y desafiándonos a responder a esas preguntas con cómo elegimos vivir nuestra vida, en vez de hacer preguntas de fe sobre cómo se hizo la vida para nosotros o usando la fe para avanzar y justificar nuestra propia agenda.
La fe es la respuesta al aislamiento existencial, la desesperación y el tedio (pérdida de sentido/aburrimiento), dándonos su anécdota, que es la soledad con Dios a la sombra de su amor y misericordia, saber quiénes somos, comprender nuestros motivos, reflexionar sobre nuestra conciencia, conocer nuestro significado y propósito y su naturaleza trascendente, tomar conciencia de nuestra interconexión, llevando así a la unión entre nosotros y el Espíritu Santo (el amor entre el Padre y el Hijo) que nos permite vivir nuestras vidas con alegría y pasión en humilde gratitud y asombro por todo lo que nos ha sido dado.
La fe nos enseña que ningún hombre o mujer es una isla y es sólo a través de otros que reconocemos, cultivamos y nutrimos nuestros dones únicos (nuestro tiempo, talentos y tesoros) y que estos dones deben ser dados y recibidos libremente (así como los hemos recibido sin costo alguno) y no los hemos guardado ni atesorado.
La fe nos permite aceptar nuestros fracasos e imperfecciones y nos hace libres, ya que reconocemos que son precisamente esas imperfecciones que están atadas a nuestros dones que se convirtieron en un reflejo, que fuimos hechos de la grandeza única y humilde de nuestro Salvador Señor Jesucristo.
© 2015 por Erasmo Passaro
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