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Reflexiones de las Buenas Nuevas
por Terry Modica
Haciendo que las escrituras sean significativas para tu vida diaria.
El fragmento Inspirador de hoy: María llora por ti cuando te alejas de su Hijo.
Reflexión de las Buenas Nuevas para:
Memorial de Nuestra Señora de los Dolores
Septiembre 15, 2022
Oración para hoy:
Jesús, de manos de Tu Madre, María Santísima, te entrego cada una de mis lágrimas. Que en mi vida se haga Tu voluntad y no la mía. Amén.
Lecturas de hoy:
1 Corintios 12, 12-14.27-31
Salmo 99, 2-5
Juan 19, 25-27 o Lucas 2, 33-35
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091522.cfm
¿Cuál es el propósito de tus lágrimas cuando lloras? Por lo general, mis lágrimas significan que quiero que algo cambie y yo no voy a ser feliz hasta que no cambie. Pero eso sólo se traduce en ojos hinchados y pañuelos sucios.
¡Pero si lo convertimos en oración nuestro dolor se vuelve muy valioso!
Es saludable ser emocional y verter nuestra tristeza en una conversación con Dios. Nuestras lágrimas no son balas que disparan nuestras frustraciones hacia el cielo, a fin de obligar a Dios a darse prisa y hacer mejorar las cosas - a pesar de que se puede sentir de esa manera. En nuestros dolores, cada lágrima es, en sí misma, una oración. Cuando estás cansado de usar palabras, sólo llora.
Si las lágrimas no fueran diamantes-oraciones, ¿por qué nuestra Madre Santísima lloraría en el cielo? ¿Por qué sería nuestra Señora de los Dolores? ¿No es el cielo un lugar de alegría, donde no hay más dolor? Sin embargo, María llora porque las personas están siendo perjudicadas por el pecado en el mundo. Ella llora por ti cuando te apartas de su Hijo. Ella llora contigo cuando lloras por los pecados de los demás.
Las lágrimas derramadas durante el tiempo de oración son valiosas para Dios, porque este es un momento de rendición. Hemos dejado de tratar de cambiar lo que no podemos cambiar. Todavía podríamos desearlo pero, mientras estamos llorando, hemos dejado de intentarlo. En esa humilde entrega le damos a Dios la autorización para entrar y consolarnos.
Cuando el Padre escuchó las oraciones de su hijo en el jardín de Getsemaní no cambió lo que Jesús tendría que soportar, pero él lo consoló. Abrazó a su Hijo con tierna compasión y solidaridad. Le envió ángeles para apoyo adicional. Esto le dio a Jesús la fuerza para elegir obedecer y decir: "Hágase tu voluntad, no la mía" y soportar sus sufrimientos.
Jesús sabía desde los Salmos, que había memorizado de niño, que Dios lo rescataría. Ahora, también lo sabía en su corazón mientras lloraba. La resurrección vendría, las promesas se cumplirían y mediante la entrega a la fuerza consoladora del Padre, Jesús sería capaz de viajar por el camino de dolor que eventualmente conduciría a la victoria prometida.
En la lectura del Evangelio de hoy vemos cómo se repite el abrazo reconfortante en la relación entre María y el discípulo Juan. Este fue el momento de mayor dolor de María; ella se lamentaba con una angustia que sólo las madres pueden saber. Juan se lamentaba por el sufrimiento y la pérdida de su amigo más querido. Jesús, a pesar de su propio dolor lleno de tristeza, pasó a su madre y a su amigo, la herencia consoladora de su Padre uniéndolos permanentemente, en su abrazo mutuo, en un vínculo de apoyo y amistad.
Es en la comunidad cristiana que recibimos el consuelo de Dios. Él te da amigos solidarios que te abrazan con su amor. Si tú no sabes quiénes son estos compañeros de consuelo, mira más de cerca y sal a buscarlos; ellos están aquí para ti. Dios te quiere abrazar a través de ellos para darte su tierna compasión y simpatía.
Mira también nuestros PalabrasVivas gnm-es.org/duelo/.
© 2024 por Terry Ann Modica
Esto puede imprimirse para uso personal únicamente. Para distribuir múltiples copias, por favor, ordénalas publicadas profesionalmente desde Catholic Digital Resources en catholicdr.com/about-us/special-orders/. *** ¿No puedes pagar por ellas? ¡No hay problema! Solicita un bono gratuito que será nuestra donación de caridad para tu ministerio.
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